Daño moral en Zacatecas (Parte I)
El daño moral que se provoca con la difamación o la calumnia puede reclamarse ante un juez a fin de obtener de la justicia algo de justicia.
Preámbulo
Los únicos seres que habitan este mundo y que carecen de inocencia, son las palabras, habladas o escritas, lo mismo profesan el amor más sublime, que vomitan el odio más feroz; también cantan bellamente, pero del mismo modo desatan sangrientas guerras; son dulces cuando consuelan, alegres cuando animan, pero horribles cuando difaman y calumnian, a veces escudándose en la libertad de expresión, que como todo derecho humano tiene límites, lo que origina en la víctima un dolor indescriptible y un daño irreparable.
El daño moral que se provoca con la difamación o la calumnia puede reclamarse ante un juez a fin de obtener de la justicia algo de justicia.
Tarde sin justificación, hace muy pocos años, pero por fin se instaló en el código civil zacatecano la figura del daño moral. Diez artículos se crearon con el número 1201.
De inicio el artículo 1201 bis dispone; “la violación de los derechos de la personalidad, produce daño moral, independientemente del daño material que en su caso se haya producido.
Por daño moral se entiende la alteración que una persona sufre en sus sentimientos, afectos, creencias, decoro, honor, reputación, vida privada, configuración y aspecto físico o sexual, o bien, en la consideración que de sí misma tienen los demás. Se presume que hubo daño moral cuando se vulnere o menoscabe ilegítimamente la libertad o la integridad física o psíquica de las personas.”
Para obtener justicia se debe acudir a un juez civil y presentar demanda, desahogando las pruebas que sean eficaces para probar los elementos de la acción que se ejerce, es decir los hechos en que se hacen consistir el daño moral.
Escribiré en dos partes igual número de relatos, uno de este tiempo y el otro de antes de Cristo que trata sobre la infamia y la calumnia y donde puede uno darse cuenta del profundo dolor que causan.
Historia de una infamia.
Al encaminarse muy temprano para ir a su trabajo, el señor vio como en su vehículo color blanco habían escrito a brocha gorda y con una letra horrible y negra: “Mary Puta” y alcanzó a ver en la penumbra al autor del hecho en rauda carrera. Nunca habían sentido tanto coraje ante tan grave ofensa a su niña de catorce años y empezó a correr para alcanzar al cobarde, pero se frenó, porque le ganó lo ciudadano y se fue por lo legal, de lo que tiempo después se arrepentiría.
Después de un largo penar ante el ministerio público y luego ante el juez, se instauró proceso penal por daños que el ofensor pagó. Qué tanto puede costar reparar una pinta como esa.
Fue cuando el señor se agravió más, pues a él no le importaba el ínfimo daño material, sino la ofensa a su hija, a él mismo y a su familia al exponerla al escarnio público, porque qué más grande puede haber para un ser humano que sus hijos. Ni siquiera una disculpa a modo de reparación de ese dolor y rabia que se amentó al leer y releer la sentencia.
Entonces él sintió que no se le hizo justicia, que hasta era una burla los 1500 pesos por la reparación que le entregaban y rechazó indignado, porque la ofensa se tasó en unos cuantos pesos.
El anterior relato es sólo un ejemplo de cómo las palabras habladas o escritas pueden producir tanto dolor en el ser humano y la mayoría de las veces sin responsabilidad alguna. Tanta ofensa que escuchamos en las que se advierte fácilmente que vulneran alguno de los derechos de la personalidad. Y como no hay una efectiva responsabilidad, eso no se detiene.
Todas las personas debemos de tener conciencia de lo que decimos o escribimos, especialmente los políticos, los periodistas, los predicadores en las iglesias, etc. ya que su herramienta es la palabra.
Agregado: Comienza la presidencia de la primera mujer en México, con mis mejores deseos de que haga un gran gobierno y se despoje de las imposiciones de López Obrador que la dejan atada, tan sólo ya con el hijo en una posición partidista, como una burla al nepotismo que tanto supuestamente combatió y sin rubor aprobando nombramientos que ya no le corresponden.