Capacidad de observación

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Al insigne maestro José Medel Pérez Quintana, con admiración y respeto. Tomó una piedra del tamaño del hueco de su mano a la orilla del camino, donde se hace un camellón de grava en la mayoría de los accesos de terracería. “Mira lo que hay aquí”, declaró con presunción, al tiempo que mostró la cara … Leer más

Al insigne maestro José Medel Pérez Quintana, con admiración y respeto.

Tomó una piedra del tamaño del hueco de su mano a la orilla del camino, donde se hace un camellón de grava en la mayoría de los accesos de terracería.

“Mira lo que hay aquí”, declaró con presunción, al tiempo que mostró la cara inversa del pedrusco. Mostraba una humedad tenue, como si previamente hubiera exhalado vaho en ella.

Luego, flexionando su cuerpo, con el dedo índice mostró lo que quedó en el sitio de donde movió la roca: había un minúsculo agujero en la tierra, como el grosor del cuerpo de una abeja, un poco húmedo en las paredes, seguramente era producto de vaporización de algún venero subterráneo que, según él, pasaba a unos 20 metros de profundidad.

Explicó que, conforme a la orografía del terreno, composición geológica, el tipo de vegetación y la fauna regional, podía deducirse desde la superficie la existencia de esa corriente acuífera.

La cuestión era la siguiente; ¿cómo era posible haber localizado ese punto exacto donde había vaporización de agua, si él y su padre recorrían frecuentemente seis kilómetros, con un paisaje sin variaciones considerables?

Habían salido de casa al despuntar el día con una barra, el almuerzo y cada uno con un par de postes de madera al hombro, dispuestos a reparar el cercado de la parcela.

Al recorrer un par de kilómetros y aproximarse a ese sitio el sexagenario hizo una parada bajando la carga, para mostrar su hallazgo.

El joven, sorprendido inquirió sobre el descubrimiento, pues aquella región padecía históricamente la escasez del vital líquido.

“Hace meses venía por aquí como a esta hora, cuando una palomita nocturna zigzagueó frente a mí, le pregunté “¿Qué andas haciendo a esta hora? Ya se te hizo tarde para ponerte en resguardo”.

“Alegre en su vuelo, se posó sobre esa piedra, levantaba y bajaba pacientemente sus pequeñas alas. Me acerqué a preguntar ‘¿Quieres mostrarme algo?’ y al levantar el pedrusco, vi que ahí tomaba agua al amanecer. Así me di cuenta de la sabiduría de ese animalito”.

El señor tenía razón y el muchacho quedó “con la boca abierta”, y en su cabeza se arremolinaron las siguientes preguntas.

¿Cómo es que una persona puede poner atención específica a una de tantas mariposas que puede encontrar en un brecha de longitud kilométrica? Y reconocer que es nocturna.

¿Qué sentido tiene seguir su trayectoria y fijarse hacia dónde va?

¿Por qué preguntarle y acercarse a ver lo que hace?

Eso prueba el refrán aquel que reza: “el que busca, encuentra”.

Esta persona ha dedicado gran parte de su vida a la localización de corrientes de agua subterránea y a excavar pozos “a cielo abierto”. Su pensamiento siempre trae presente estudiar la orografía del entorno para encontrar yacimientos acuíferos.

Es posible desarrollar la capacidad de observación con dedicación, práctica y perseverancia. Las personas observamos de diferente forma, al refinarse se aplica el primer paso del método científico.

*Director de Educación Básica Federalizada

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