Bombas de tiempo

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

No sé si usted tenga la misma percepción que yo de la gran inestabilidad en que nos encontramos o esto sea consecuencia propia del nerviosismo de alguien que ya está entrando en edad. El caso es que yo no veo que el piso en el que estoy parado se encuentre firme y sólido como solía … Leer más

No sé si usted tenga la misma percepción que yo de la gran inestabilidad en que nos encontramos o esto sea consecuencia propia del nerviosismo de alguien que ya está entrando en edad. El caso es que yo no veo que el piso en el que estoy parado se encuentre firme y sólido como solía estarlo todavía hace un par de años. Volteo hacia todas partes, a lo macro y a lo micro, y por aquí y por allá veo una y otra bombas a punto de hacer explosión.

Todavía no terminamos de recuperarnos de la tremenda sacudida que nos dio la pandemia del Covid-19 con sus tantas variantes que ya casi nos acabamos el alfabeto griego para nombrarlas, y ya dos países europeos entraron en guerra poniendo en vilo a toda la economía mundial, amén del gran temor que todos tenemos de que el conflicto se agrave y aquello alcance proporciones catastróficas. Luego nuestro país está gobernado por un demente, resentido social y enfermo de poder al que sólo le falta pelearse con él mismo frente a su espejo pues ya lo hizo con la Corona Española, el empresariado mexicano, los partidos políticos de oposición, la prensa y hasta con el Parlamento Europeo por razones que yo creo que ni él mismo entiende. Y para acabarla de atrasar, en nuestro Estado la oficina del gobernador pareciera que se ha quedado vacía. Y por las calles de nuestras ciudades todos los días corre sangre y más sangre.

Va usted a decir que ahí voy otra vez a darme golpes de pecho pero explíqueme qué otra causa podría tener todo esto si no es que les hemos dado la espalda a todos los valores que como humanos deberíamos de practicar: la tolerancia, el respeto, la honestidad, la generosidad y el espíritu de servicio, la apertura al diálogo y la humildad necesarísima para decir “lo siento, me equivoqué”.

Lo peor es que las cosas han alcanzado tal grado de complejidad que no sé si ya nadie le encuentre por dónde o porque sencillamente se acabaron todas las voluntades que antes había. Estamos hundidos en una crisis de valores y de liderazgo sin precedentes que nos está pasando factura todos los días, aquí el tema es que no hay cuenta bancaria que alcance tanto para pagarla y yo siento, reitero, que el vaso ya se llenó.

¿Qué hacer? Difícil respuesta, yo no lo sé. Tal vez sería empezar hoy y ahora conmigo mismo y con mi pequeño núcleo de influencia. Si no puedo hacer del mundo un mejor lugar para vivir sí puedo hacer que este pequeño espacio lo sea y que de aquí salgan sólo cosas positivas y buenas para los siguientes círculos. Y si usted hiciera lo mismo el resultado sería mejor y más rápido. Considérelo.




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