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Día Internacional de la Paz: una conmemoración que sigue siendo una deuda global

Día Internacional de la Paz: una conmemoración que sigue siendo una deuda global

Foto: Cortesía

Es urgente normalizar la cultura de la paz. Promover la empatía, el respeto y el entendimiento mutuo debe ser parte de nuestra vida cotidiana.

Esmeralda Esparza Chavez
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21 de septiembre 2025

Cada 21 de septiembre, el mundo conmemora el Día Internacional de la Paz, una fecha instaurada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1981. Año con año, la ONU hace un llamado global para fortalecer los ideales de paz, promoviendo 24 horas de no violencia y alto al fuego. Sin embargo, aunque el acto se recuerda, en la práctica rara vez se respeta.

Más allá de considerarse un estado, la paz debe entenderse como un valor fundamental. No se trata simplemente de la ausencia de conflictos, sino de la capacidad de aceptar las diferencias entre personas, gobiernos y culturas. Lograrlo requiere escuchar, reconocer y convivir con la diversidad, tanto de pensamientos como de formas de vida.

Conceptos como tolerancia, igualdad y respeto han sido revalorizados en el discurso público, pero aún están lejos de practicarse con consistencia. Cada persona, cada país y cada comunidad tiene sus propias costumbres, ideologías y lenguajes. La empatía nos conecta; el juicio y la crítica por lo diferente nos dividen.

En realidad, no debería existir un “Día de la Paz”. La paz debería ser un derecho natural, inherente a cada ser humano, y no una fecha aislada para recordarla. Pero vivimos en un mundo donde, lamentablemente, ha sido necesario que la ONU intervenga para declarar un día de no guerra, no violencia y no crimen. Y solo leer esas palabras —guerra, violencia, crimen— basta para sentir cuán lejos estamos de alcanzar la paz verdadera.

Es urgente normalizar la cultura de la paz. Promover la empatía, el respeto y el entendimiento mutuo debe ser parte de nuestra vida cotidiana, especialmente en un contexto de procesos electorales y tensiones sociales. La paz genera bienestar y fortalece el tejido social. Además, con nuestras acciones dejamos un ejemplo claro a las generaciones que nos observan: la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos.

Por eso, actitudes como la tolerancia, el diálogo, la cooperación, la escucha activa y la solidaridad no deben ser excepcionales, sino valores presentes en cada aspecto de nuestra convivencia.

Porque vivir en paz, promover la paz y convivir en paz no solo es deseable: es necesario. Y en esa apuesta, todos ganamos.

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