Saber esperar

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Muchas veces me he preguntado por qué habemos personas tan desesperadas. Y esto me lleva necesariamente a analizar las causas de mis propias urgencias y, pues, la realidad es que la mayoría de las veces no es que existan tales urgencias. Cada uno convertimos en urgentes muchas cosas que en realidad no lo son, lo … Leer más

Muchas veces me he preguntado por qué habemos personas tan desesperadas. Y esto me lleva necesariamente a analizar las causas de mis propias urgencias y, pues, la realidad es que la mayoría de las veces no es que existan tales urgencias. Cada uno convertimos en urgentes muchas cosas que en realidad no lo son, lo que pasa es que ¡se trata de nuestras cosas! Y son nuestro egoísmo y nuestra soberbia los que las ponen por encima de los asuntos de los otros y se crea en nosotros una especie de autoengaño que nos hace creer que se trata de temas urgentes que deben de ser atendidos con prioridad inclusive de aquellos les anteceden por derecho.

Es muy fácil confundir lo importante y lo urgente. Y es fundamental aprender a clasificar nuestros asuntos como corresponda, es decir, urgentes e importantes. Lograr hacerlo nos ahorraría muchas enfermedades que se derivan del estrés y, para acabar pronto, muchos infartos. Si bien, pensando objetivamente, se puede distinguir entre cosas importantes de las que no lo son, vamos a concedernos el privilegio de pensar que todas nuestras cosas son importantes. Pero ya que nos tuvimos esa concesión ahora sí seamos un poco más exigentes con nosotros mismos y pasémoslas esta vez por la criba de la urgencia. ¡Nos sorprenderá el resultado! Y, mejor aún, nos aligerará la carga y nos permitirá ser mejores personas con los otros cuyos asuntos realmente urgentes podrán desahogarse un poco antes que los nuestros no urgentes por aquellos caminos en los que ambos deban confluir.

La sorprendente rapidez con que hoy podemos acceder a grandes cantidades de información o con que podemos comunicarnos con otros es tal vez el “catalizador” de nuestra confusión entre una categoría y la otra; entre un asunto que no puede esperar y otro que sí, aunque sea un poco.

Saber esperar pasa, necesariamente, por un acto de consideración hacia los asuntos de otros. Volvemos a caer en la cuenta de que no vivimos solos y de que, para que exista una apropiada interacción entre nosotros, todos debemos de entrar en la dinámica de saber esperar.

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