Perfeccionismo

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Soy un perfeccionista, lo admito.

Conozco una sola forma de hacer las cosas: bien. Y tal vez por lo mismo soy de los que considera que, si las cosas no se van a hacer bien es mejor no hacerlas. También por esto soy un gran admirador de las cosas bien hechas: una escultura a la que sólo le falta hablar, una pieza musical que me pone la piel ‘chinita’ por su perfección, el sabor extraordinario de un platillo, el aroma de un buen café y la sensación de una suave y mullida frazada que, para llegar a tocar mis sentidos, todos tuvieron que pasar por las manos de otros que sólo conocen una forma de hacer las cosas: bien.

Soy un perfeccionista, lo admito. Pero lo soy de mi propio trabajo, es decir, de las cosas que dependen única y exclusivamente de mi. A lo que otros hacen debo de admitir que soy en extremo tolerante, es más, varios me han tachado de “pasalón”.

Cuando digo que me gusta que las cosas se hagan bien no estoy afirmando con ello que nunca me voy a equivocar. Por el contrario, suelo cometer muchos errores en lo que hago pero esto no me estresa ni me desgasta, es decir, mi ideal de hacer las cosas bien no me obsesiona ni me aniquila cuando algo sale mal. Pero trato de aprender de los errores que cometo con el propósito de no volver a cometerlos en el futuro si llego a tener la oportunidad de hacer lo que hice de nueva cuenta.

Es bien fácil ponerse a criticar todo lo que se ve como si el ser perfectos fuera tarea de otros pero no mía. Como si la responsabilidad de que el mundo se mueva le correspondiera a la autoridad, o a los ricos, o a las iglesias o a “alguien” pero no a mí.

Se trata de volvernos un poquito más exigentes con nosotros mismos. A veces pienso que, si fuéramos con nosotros la mitad de exigentes de lo que lo somos con otros nuestra realidad sería completamente diferente.
Si no sabes, te enseño. Si no puedes, te ayudo. Pero si no quieres…

*Email: [email protected]




Más noticias


Contenido Patrocinado