Día del Papá

Este domingo pasado celebramos el “día del padre”. Y todos los que los somos nos felicitamos unos a otros y recibimos las felicitaciones, especialmente, de los que nos dieron la verdadera oportunidad de ser padres: nuestros hijos. Para mi, el mérito es de ellos.

La palabra “papá” se escucha tan hermoso en los labios de un hijo que no creo que exista otra más llena de amor y de ternura. Quien la pronuncia está queriendo decir: “te quiero”, “te necesito”, “abrázame fuerte”.

Es padre quien, con su trabajo, se allega de recursos para dar a sus hijos un techo, alimento, protección, salud y educación; es papá quien se pone a hacer las tareas con sus hijos y juega con ellos un rato, después. Es papá quien se sienta a su lado cuando están enfermos para decirles “todo va a estar bien”.

Es padre quien les obsequia a sus hijos cosas útiles y entretenidas; es papá quien suele dedicar lo mejor de su tiempo a sentarse con sus hijos para ver un atardecer.

Es padre quien les enseña a sus hijos a hacer el bien y evitar el mal; es papá quien se pone de rodillas con sus hijos a rezar para implorar a Dios, como en el Padre Nuestro: “no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal”.

Es padre quien les da consejos sabios a sus hijos; es papá quien deja de inmediato lo que está haciendo para escuchar a su hijo que se acerca tímidamente a decirle “papá, ¿puedo hablar contigo?”.

Es padre quien se propone, junto con sus hijos, a conducirles por el camino del éxito. Es papá quien llora con sus hijos ante el fracaso, les ayuda a ponerse de pie y a aprender del dolor de la caída.

Ojala que usted, que tiene hijos, haya pasado un feliz “día del papá”. Y si cae en la cuenta de que lo que celebró fue el “día del padre”, prepárese para el festejo del año entrante. Seguramente, con un ligero cambio de enfoque, ese día llegarán hasta su cama a decirle “feliz día, papá”.

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