Nuestra entidad se distingue por tener una población muy devota a varias imágenes religiosas que son venerados con danzas, reliquias y rezos en sus días festivos. El Niño Jesús es adorado por miles de persona en Zacatecas a través de sus múltiples representaciones: el Niño de las Palomitas, en Tacoaleche, y el Niño de Atocha, … Leer más
Nuestra entidad se distingue por tener una población muy devota a varias imágenes religiosas que son venerados con danzas, reliquias y rezos en sus días festivos.
El Niño Jesús es adorado por miles de persona en Zacatecas a través de sus múltiples representaciones: el Niño de las Palomitas, en Tacoaleche, y el Niño de Atocha, en Plateros, son solo dos ejemplos.
El santuario que alberga a este último es el tercero más visitado en el país, después de la Basílica de la Virgen de Guadalupe, en la Ciudad de México, y de la Catedral Basílica de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos en Jalisco, según precisa el obispo emérito Fernando Mario Chávez Ruvalcaba.
El mandatario eclesiástico asegura que la devoción del hombre en torno al Hijo de Dios en su infancia se debe a que representa la imagen más pura de un hombre sabio, milagroso, lleno de bondad y que tiene un origen divino.
Otro de los factores que Chávez Ruvalcaba considera importantes para que los zacatecanos sean devotos a estas advocaciones es el origen de Jesucristo, ya que no nació en palacios ni en condiciones favorables, motivo que invita a muchos de sus seguidores a identificarse con él.
“Él nació en un pesebre, no llegó al mundo para ser un rey, sino un salvador y guía de una liberación divina-humana que trasciende espacio y tiempo”.
En cuanto a la costumbre de vestir las imágenes del Niño Jesús con playeras de equipos de futbol o de hacerlos parte de tradiciones como las Morismas de Bracho, el obispo emérito considera que son acciones fundamentadas por un gran amor y agradecimiento a Dios.
Un culto guiado por una gran devoción
Desde hace 64 años en la calle 1ª del Tanquecito, en el centro de la ciudad, se encuentra la Capilla del Niño de las Palomitas que fue fundada por Rubén de Santiago Félix, hombre regido por un gran apego a sus creencias religiosas.
El pequeño espacio tuvo como objetivo principal, por más de 10 años, recibir a los niños que vivían cerca del barrio que acudían al catecismo.
Fue hasta 12 años después de su apertura que el lugar tuvo un santo patrono en su altar: el Niño de las Palomitas.
La imagen fue adquirida por Rubén de Santiago en León, Guanajuato, en un viaje que realizó específicamente con la finalidad de adquirir un Niño Dios para las posadas que estaban por realizar en la capilla.
Mientras caminaba por las calles de aquella ciudad se encontró con un escultor que trabajaba detalladamente en la imagen que más tarde adquiriría.
Al preguntar por el precio, el creador le dijo a Rubén que el costo era de 400 pesos, pero el devoto creyente únicamente tenía 150 pesos como presupuesto.
Después negociar acordaron un precio menor: 300 pesos. También se estableció el modo en que de Santiago pagaría el resto del dinero y que, después de algunos días, recibiría su compra por correo.
En 1965 el Niño de las Palomitas fue colocado en el altar principal y con una misa oficiada por el sacerdote Enrique García se reconoció a la capilla como un santuario de esta imagen religiosa.
Con una serie de rosarios que inician nueve días antes, cada 7 de enero se festeja al Niño Dios de este pequeño templo representado por el Niño de las Palomitas.
Ese día se organizan pequeñas peregrinaciones que llegan al santuario; varios grupos de danzantes acuden a venerar al Niño, se brinda una comida a los asistentes a manera de ofrenda y todo finaliza con una misa.
Actualmente, la escultura original está en un lugar que la protege de la luz y de los desgastes que el tiempo ocasiona en ella; sólo se exhibe una vez al año. La que está en el altar es una que llegó ahí hace 40 años originaria de Guadalupe, Zacatecas.
Raquel de Santiago Félix es quien se encarga del mantenimiento de la capilla pues su hermano y fundador del lugar falleció el año pasado; ella asegura que todo eso se debe a una fe que les inclucaron sus padres: Francisco de Santiago y Guadalupe Félix.
La fe sostiene una tradición familiar
Desde hace 12 años, muy cerca del Centro Histórico de la ciudad, justo en la privada Profesor Catarino Hernández de la colonia Gustavo Díaz Ordaz, en la Familia Dávila Amaya nació la devoción al Niño Doctor.
El apego de esta familia a dicha imagen religiosa tuvo como origen la enfermedad Rosa Dávila Amaya, una de sus hijas, quien pidió a la familia realizar cada 30 de abril, Día del Niño, una celebración como ofrenda a esta advocación a la que pedía mejorara su estado de salud.
En 2005 se realizó la primera kermés en todo lo largo y ancho del callejón. Esa fue la única fecha en que estuvo presente Rosa Dávila: el 30 de mayo de ese mismo año perdió la vida.
“No porque mi hija se haya ido perderíamos la fe en el santo Niño Doctor; al contrario: lo veneramos cada año y pedimos por la salud de quienes seguimos aquí”, aseguró Mercedes Amaya, madre de la fallecida.
Cuando se llega el gran día, la familia integrada por padre y madre, 10 hijos, 32 nietos y 15 bisnietos, los preparativos comienzan al limpiar el lugar que más tarde recibirá, no sólo a todos los Dávila Amaya, sino también a decenas de personas del barrio, sobre todo los niños, que son invitados de honor.
En punto de las 5 de la tarde todos se ponen frente a las dos imágenes del Niño Doctor que son veneradas y ofrecen el rezo de un rosario, seguido de Las mañanitas.
Alrededor de 10 puestos ofrecen gran variedad de golosinas y antojitos como gelatinas, pastel, frituras y duros preparados; antes de la ceremonia religiosa, la familia reparte boletos que serán intercambiados por la comida.
Mercedes Anaya y Simón Dávila son el matrimonio responsable de procrear una familia orgullosamente creyente y llena de fe en Dios, que pretende seguir por muchos años más con la tradición de, año con año, venerar al Niño Doctor en su barrio.
Imagen Zacatecas – Daniel Torres