
Foto: Gabriel Rodríguez Piña.
En el ámbito popular, también es conocido como Laberinto, porque tiene una enorme cantidad de entradas y pasillos.
ZACATECAS.- Se le conoce como mercado de carnes pero su nombre real es Genaro Codina, en homenaje al músico decimonónico, autor de la Marcha Zacatecas.
En el ámbito popular, también es conocido como Laberinto, porque tiene una enorme cantidad de entradas y en su centro, varios son los pasillos en los que los comerciantes expenden todo tipo de productos.
La gente, las amas de casa lo prefieren porque es el que les queda “cercas” en el centro y donde se vende la mayor cantidad de frutas y verduras frescas.
Ahí, los compradores adquieren de todo, los mejores cortes de carne de res, cerdo pollo y los huevos recién saliditos de las granjas.
Muchos comerciantes son quienes se disputan a la clientela y, en esta época de carestías, pelean por ver quienes se llevan el aguacate, el limón y el mango a los precios más castigados, “aun cuando no siempre se puede”, explicó el vendedor Brandon Simental.
Él mismo indicó que comenzó su negocio ahí en el Laberinto hace no muchos años, y que lo fue parando de a poquito en poquito; en este momento, ahora es dueño de uno de los puestos más importantes, justo a un lado del callejón que viene de la plazuela Codina.
En el Laberinto, uno entra y se siente sumergido en un mar de aromas, colores y esencias de la tierra zacatecana y otras partes del país, como en una suerte de orgía de tonalidades de frutas y verduras.
En su interior, hay un ambiente familiar en donde se puede encontrar de todo, desde las yerbas que curan cualquier síntoma o enfermedad, los amuletos, las esencias y los perfumes para atraer al ser amado.
En uno de sus costados destacan las tortillerías, abiertas desde temprano, listas para satisfacer las necesidades de la clientela, las tiendas de lácteos, donde se pueden adquirir los ricos quesos de Monte Escobedo, cremas y yogurts de primera calidad.
Habría que destacar que el mercado el Laberinto, de carnes o Genaro Codina fue inaugurado el 15 de septiembre de 1906, cuando era gobernador del estado, Eduardo Pankhurst, a un costo de 29 mil 780 pesos.
En ese momento, Zacatecas no alcanzaba a prever que cuatro años después estallaría la Revolución, uno de cuyos principales episodios resolutivos, tuvo logar aquí ocho años más tarde, en 1914, con la Toma de Zacatecas.
Por todo ello y a pesar de los problemas cotidianas, el Laberinto sigue estando concurrido desde las nueve de la mañana en que lo abren a aproximadamente las seis, cuando es cerrado al público.