¿Trabajar para quién?

A Juan Jorge Vilar, en gratitud por sus enseñanzas. Producto de un desencanto en el funcionamiento del sistema social, político y académico de la institución en la que estudiaba, decidió dejar los pupitres e incursionó en acciones de desarrollo comunitario en el medio rural. Pretendiendo congruencia entre sus principios, sus aspiraciones y el ideal filosófico sobre … Leer más

A Juan Jorge Vilar, en gratitud por sus enseñanzas.

Producto de un desencanto en el funcionamiento del sistema social, político y académico de la institución en la que estudiaba, decidió dejar los pupitres e incursionó en acciones de desarrollo comunitario en el medio rural.

Pretendiendo congruencia entre sus principios, sus aspiraciones y el ideal filosófico sobre lo que los seres humanos deben ser en cualquier latitud geográfica o circunstancia cósmica, dispuso vivir en una choza tan sencilla y humilde como el promedio de la ranchería que le dio abrigo, a cientos de kilómetros de su lugar de origen, aislado de comodidades y comunicaciones.

Fueron múltiples las privaciones y limitaciones económicas para lograr sobrevivir junto con su esposa y una pequeña hija nacida algunos meses antes.

Una de sus convicciones era que podría aprovecharse cuanto apoyo material llegara del gobierno en turno. Recibían paquetes de alimentos básicos y pequeños estímulos económicos por acciones de trabajo comunal como desazolve de estanques, de acequias, de bordos en las parcelas, excavación de letrinas (por falta de drenaje), limpieza de arroyos, barrancas y basureros, programas de reforestación, cultivo de legumbres, implementación de huertas con árboles frutales.

Su carácter y conocimiento pronto proporcionaron el respeto y admiración de sus vecinos. Organizó uniones de ejidos, promovió el estudio de libros de formación política, implementó círculos de análisis de la problemática comunitaria, estatal y nacional, impulsó entre niños y jóvenes el acceso a la educación escolarizada.

Su presencia se convirtió en noticia, provocando resonancia en los oídos de la directora de una escuela normal regional, la cual le invitó a trabajar como docente para que compartiera su visión social, su acervo cultural, su capacidad educativa y su vasta experiencia.

Se ocuparon varias sesiones de convencimiento y persuasión. A fuerza de insistencia y de mostrar la necesidad imperativa de sus servicios, se incorporó al consejo académico de esa escuela, donde también recibió la aceptación inmediata del estudiantado.

Volcó sus capacidades en contribuir en la formación integral de sus educandos. Le gustaba motivar la capacidad productiva de las personas. Incursionando equilibradamente en el trabajo físico e intelectual, colaboró intensamente en diversos proyectos, analizaba concienzudamente los procesos y aquilataba con justicia los productos de sus alumnos. 

Promovía la participación comprometida de colegas y compañeros para conseguir la profesionalización del servicio escolar. Era práctico y sencillo, competente y noble.

Una de sus múltiples cualidades era detectar a los beneficiarios de su trabajo: los estudiantes. Orientaba sus esfuerzos hacia ellos y motivaba a los demás a hacerlo con esmero y con pasión.

Usted, amable lector, con seguridad tendrá tensiones, desencuentros o problemas entre sus colegas. Intente hacer lo que este profesor aconsejaba: Concentrarse en los beneficios que su trabajo puede proporcionar a sus usuarios. Esa es su razón de ser. Usted no trabaja para sus colegas, tampoco para sus jefes inmediatos o las más altas autoridades, no. Recuerde que usted y ellos trabajan en conjunto, consiguiendo productos de calidad para sus destinatarios.

Imagen Zacatecas – Huberto Meléndez Martínez