No más

La violencia que se ejerce contra las mujeres es velada y sutil, va desde las pequeñas imposiciones estéticas que marcan el comportamiento con base en necesidades creadas por el sistema. Usar tacones es una de ellas, depilarse constantemente es otra. Parece cuestión de risa, pero no lo es si consideramos que eso somete al cuerpo … Leer más

La violencia que se ejerce contra las mujeres es velada y sutil, va desde las pequeñas imposiciones estéticas que marcan el comportamiento con base en necesidades creadas por el sistema. Usar tacones es una de ellas, depilarse constantemente es otra. Parece cuestión de risa, pero no lo es si consideramos que eso somete al cuerpo a un anhelo de embellecimiento que no tiene límites y que incluso puede atentar contra la salud. Así, la violencia puede ser incluso autoimpuesta.

Luego tenemos otras formas que van subiendo de tono la agresión : la violencia que se ejerce en las comunidades para imponer, a través del chisme y la maledicencia, formas de comportamiento que satisfagan a todos menos a las propias mujeres. Basta pensar en la maternidad basada en el sacrificio y no en la libertad de las madres ni de los hijos e hijas. 

La violencia que se ejerce contra las mujeres como un acto directo de carácter psicológico o físico es la más recurrente de las violencias consideradas por la ley y se vive principalmente en el hogar. Así tenemos que las violaciones a niñas son cometidas en la mayoría de los casos por sus parientes cercanos: padres, abuelos, tíos, etc. Las mujeres que son violadas sexualmente no son a manos de desconocidos desquiciados sino por sus parejas, que pueden ser esposos o novios. 

Más aún, el rapto es un delito considerado en nuestro Código Penal de Zacatecas, que se da cuando alguien priva de la libertad a una mujer para satisfacer deseos sexuales y que se perdona si se da el matrimonio entre la víctima y el victimario. Esta es una pequeña muestra de lo obsoletas e injustas que pueden ser nuestras leyes. Imagínese, legitimar una violación a través del matrimonio, lo cual no solo no resuelve la afrenta, sino perpetua y legaliza el abuso sexual.

La violencia familiar es otro grave problema en el cual se ha avanzado en su visibilización no obstante en muchas sociedades se ve como un derecho de corrección del hombre hacia las mujeres. Vivimos pues la normalización del horror fomentada por la impunidad. El hombre puede cometer conductas violentas dentro de la pareja, al final de cuentas no pasa nada, no hay castigo, no hay siquiera penalización social.

En este punto es cuando la sociedad debe hacer un alto en el camino y gritar desde la conciencia que nos hace humanos: NO MÁS. No más violencia, así se trate de la menor, porque debemos saber que la violencia va en aumento hasta llegar, en el peor de los casos, al feminicidio. Cada día en nuestro país mueren asesinadas casi una decena de mujeres, según datos del INEGI. Si la sociedad hiciera su labor condenando la violencia contra las mujeres, los índices no serían tan aterradores.

Si cada día los funcionarios públicos cumpliéramos con nuestra obligación de procurar y administrar justicia,
no morirían más mujeres en condiciones humillantes y degradantes. Hacer justicia a las mujeres aún después de muertas es primordial para enviar un mensaje claro a la sociedad. No más violencia contra las mujeres en México, no más vivir entre el horror de los golpes y malos tratos. Nuestras niñas y niños tienen derecho a vivir en una sociedad que se impone con un NO MÁS ante estos crímenes e imposiciones que condicionan el libre albedrío de las mujeres. 

Imagen Zacatecas – Mara Muñoz Galván