Miel y veneno Cuarta dosis
En los últimos días, Jerezpueblomágico, la ciudad donde vivo, ha estado pendiente de la controversia generada por “el cartel” de la feria anual (llamada “de Primavera”, como si hubiera otra). Es una controversia que ha tenido ya dos capítulos de 12 meses casi puntuales, después de un prólogo festivo de 3 años: en los tres … Leer más
En los últimos días, Jerezpueblomágico, la ciudad donde vivo, ha estado pendiente de la controversia generada por “el cartel” de la feria anual (llamada “de Primavera”, como si hubiera otra).
Es una controversia que ha tenido ya dos capítulos de 12 meses casi puntuales, después de un prólogo festivo de 3 años: en los tres semestres de la administración municipal actual la feria ha sido el gran tema político y económico por una razón muy sencilla: en Jerez no hay otro tema.
Pareciera que la vida y los años jerezanos se debieran contar en ciclos a partir del sábado de gloria.
A propósito de la feria hay cuatro actores -casi propietarios-, cuyos discursos entiendo así: el primer actor es el grupo que escribió el prólogo de esta farsa, titulado “La Mejor Feria del País”, el mismo que detentó la presidencia municipal a base de decir que su plan era organizar “una fiesta para el pueblo, parte de una estrategia destinada a la creación de empleos y detonar la actividad económica”.
Para el efecto usaron recursos públicos en cantidades nunca aclaradas para programar, faltaba más, un cartel para el “Teatro del Pueblo” que estuviera “a la altura de la Feria de Aguascalientes” con la supuesta pretensión de generar una disyuntiva nacional entre todos los turistas, nacionales e internacionales, amantes de las “ferias” quienes, supongo, perdieron el sueño tratando de discernir si su destino debería ser jerezano o hidrocálido, y que solamente pudieron descansar con la ayuda de las agencias de viaje más prestigiadas.
Vista atrás, esa “estrategia” de desarrollo económico que, se suponía, nos iba a poner en los cuernos de la luna, estaba basada en pachangas de fin de semana y en regar pavimento, incluso donde ya hubiera. Eso sí, todo gratis.
El segundo actor es la administración municipal actual.
Su original estrategia es muy sencilla: tratar de superar a la anterior usando un discurso novedoso e inteligente: su plan es organizar “una fiesta popular, destinada a la creación de empleos y a detonar la actividad económica” y para el efecto usar recursos públicos en cantidades no aclaradas para programar, faltaba menos, un cartel para el “Teatro del Pueblo” que esté “a la altura de las mejores ferias”.
Una estrategia notable, inteligente, novedosa, nada más que sin dinero, sin pavimento y otra labia. El resultado es un “cartel” que se vende bajo el membrete de “igual de bueno”.
El tercero en discordia es el “grupo de comerciantes de Jerez”. Es un actor predominante porque ha sido alternativamente soporte, partícipe, cómplice y crítico de este circo.
De ser el grupo cuyos antecesores soportaron y empujaron la actividad social, económica y política del que pretendió ser uno de los municipios más importantes del estado durante casi medio siglo y hasta casi el año 2000, se convirtió en rehén del discurso populista de derecha que inició con El Rey del Tomate y alcanzó su clímax con Pepe Pasteles; es el grupo que ante la catástrofe económica (no exagero, el INEGI y los gerentes de los bancos locales están para probarlo) que sufre mi ciudad la inteligencia no le alcanza más que para protestar por el retroceso.
En Jerez vivimos una catástrofe. Las soluciones no son novedosas. Después de la Segunda Guerra la recuperación en Europa se gestionó bajo principios keynesianos y una cuidada planeación.
Fue un conjunto de políticas cuidadosamente seleccionadas para apoyar el crecimiento del sector privado local. No regalaban canciones, pañales, bultos de cemento, ni láminas galvanizadas.
Del cuarto actor nadie se acuerda.
Imagen Zacatecas – Antonio Sánchez González