Los colonizadores también lloran

Una ola de lloriqueos se derrama a diario en las principales metrópolis desarrolladas de Occidente. Los beneficiarios de la antigua colonización y del nuevo imperialismo trasnacional lamentan cotidianamente la pérdida de puestos de empleo en sus ciudades y la supuesta asimetría de los intercambios comerciales, a favor de los países emergentes. Acaso lo que más … Leer más

Una ola de lloriqueos se derrama a diario en las principales metrópolis desarrolladas de Occidente. Los beneficiarios de la antigua colonización y del nuevo imperialismo trasnacional lamentan cotidianamente la pérdida de puestos de empleo en sus ciudades y la supuesta asimetría de los intercambios comerciales, a favor de los países emergentes.
Acaso lo que más les duele es que los pobladores de los países intervenidos, mancillados, saqueados o destruidos hayan invadido con sus exóticas  costumbres y premodernas tradiciones sus calles e instituciones. Está visto que la exitosa globalización es cosa de hombres blancos de ascendencia europea, esos cuyo talento para hacer dinero a raudales los exime de cultivar la inteligencia cultural y la tolerancia social, aunque abracen la fe cristiana con fervorosa piedad.
Las atrocidades cometidas en el pasado remoto y el presente viviente no los estremece, ni conmueve. Tampoco las vidas cegadas, los territorios indebidamente apropiados, los recursos explotados de manera inmisericorde; los daños del dominio y la violencia, así como la pobreza salarial que sus emporios trasnacionales aprovechan, jamás punzan las orondas conciencias de los conquistadores.
El extranjero siempre será objeto de dominio y de rechazo, útil herramienta para burlar normas y enriquecerse a sus costillas. También sobre éste recaerá la culpa de los desastres hogareños. Por supuesto que los banqueros internacionales nada han tenido que ver con la monumental crisis contemporánea, han sido los de afuera los propiciadores del mal. Los arribistas extranjeros que  llegan al Edén para hacerse de los trabajos que pertenecen al pueblo civilizado, destruyendo con ello los pilares de la cultura lustrosa del éxito y la racana acumulación de riqueza.
Para la mirada colonizadora, nada positivo han dando a las metrópolis de la opulencia los flujos migratorios, por el contrario, nos dicen, han sido perniciosos porque la salida diaria de remesas desajusta la balanza comercial. Aprovechan el dolor y la rabia de sus conciudadanos para construir un discurso falsario y lacrimoso. El mundo al revés.

Imagen Zacatecas – Miguel G. Ochoa Santos




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