La democracia y sus identidades

La democracia, para efectos prácticos, ha sido concebida para dirimir de manera racional la lucha por el poder. También es el mecanismo que permite la rotación de las elites en un esquema estable de negociación, donde los actores políticos no están fuera de las dinámicas de acceso y beneficios del poder.  Esta estructura forma parte … Leer más

La democracia, para efectos prácticos, ha sido concebida para dirimir de manera racional la lucha por el poder. También es el mecanismo que permite la rotación de las elites en un esquema estable de negociación, donde los actores políticos no están fuera de las dinámicas de acceso y beneficios del poder. 

Esta estructura forma parte de los sistema políticos estables y las dinámicas que establece la democracia como: voto universal, un sistema de partidos políticos, autoridades electorales, marcos jurídicos que establezcan condiciones que garanticen igualdad, competencia, transparencia, legalidad, financiamiento y legitimidad en la disputa del poder.

Sin embargo, desde hace varios años la democracia y sus elementos está a debate, no sólo por sus resultados, sino por sus procesos y la calidad de los mismos.  Ya no basta que haya elecciones regulares, que se elija a los gobernantes, el porcentaje de votación  y/o participación de la sociedad, también importa cómo se llevó a cabo una elección, cómo se consiguió el voto, la imparcialidad de las autoridades que organizan y de los tribunales electorales en sus resoluciones y sentencias; se consideran igualmente el perfil de los candidatos, el discurso y las plataformas electorales, todos estos elementos permiten definir la calidad de un proceso electoral y su democracia. 

En ese contexto, el debate internacional plantea preguntas: ¿cómo la sociedad está entendiendo el sentido de la democracia?, ¿es inteligible la democracia?, ¿qué tipo de sociedad somos? Daniel Innerarity comenta que somos sociedades terriblemente agitadas con poca receptividad para detectar los movimientos de fondo, los intereses latentes, o los derechos de aquellos que no hacen ruido y no tienen capacidad de presión. 

En ese sentido se tiene que reconocer que la democracia no tiene el mismo significado para todos. En el caso mexicano se viene de una cultura política sin democracia, autoritaria y profundamente vertical. Nada absolutamente ha escapado a estas dinámicas, la familia, la escuela, y los espacios laborales, todo ello tiene un tradición cultural poco flexible a la participación, a la democracia y al acuerdo. 

A lo descrito, se han sumado nuevas conductas que de una u otra manera cambian la configuración de lo que entendíamos por democracia, la participación y la adscripción partidista ya no se limita a las formaciones de izquierda o derecha, los ciudadanos se han diversificado votan a un partido político, pero sienten simpatía o afecto por otro. Ahora la adscripción partidista tiene diversas identidades. Esa variable hace que las hegemonías políticas cimentadas en militancias culturales sean transitorias. 

Nota: el inicio de gobierno no implica que el pasado sea abolido, en realidad tendrá mayor peso en el porvenir. Sigamos construyendo democracia. 

Imagen Zacatecas – José de Jesús Vela Cordero