El sur también existe

Al comienzo de un nuevo gobierno municipal en nuestro Estado, al menos en aquellos municipios que son menos urbanos y conservan todavía su identidad de pueblos y comunidades donde la mayoría de la gente se conoce, se abriga una cierta esperanza de mejorar, un legítimo deseo de ver en los próximos años un mejoramiento en … Leer más

Al comienzo de un nuevo gobierno municipal en nuestro Estado, al menos en aquellos municipios que son menos urbanos y conservan todavía su identidad de pueblos y comunidades donde la mayoría de la gente se conoce, se abriga una cierta esperanza de mejorar, un legítimo deseo de ver en los próximos años un mejoramiento en la obra pública y un más justo acceso a los bienes y servicios que gestiona la administración local.

No sé hasta qué punto en un pueblo pequeño habrá tantos ciudadanos que sean muy versados en cuestiones de política, entendidos en plataformas ideológicas que sustentan los partidos políticos y sus alianzas; de cualquier manera, a nivel global, como dicen algunos analistas, ahora se duda de la fuerza de las ideologías y se tiende a confiar más en lo pragmático. En ciertas comunidades donde las relaciones humanas son más cercanas, donde las familias se han conocido desde varias generaciones, la elección de los representantes populares recae sobre aquellos a quienes la mayoría considera más aptos, de acuerdo al conocimiento que se tiene de ellos y sus familias. Se elige a la persona más que a proyectos o bases ideológicas. Por eso mismo el juicio sobre su actuación tiende a mezclar asuntos personales y resultados de su trabajo.

Si son ciertos el refrán que dice “pueblo chico, infierno grande” y el aserto de la gente según el cual “aquí todos nos conocemos”, cuando se trata del juicio sobre las administraciones municipales son una cruda realidad. La gente se ofende mucho cuando percibe que sus legítimas demandas no son atendidas, cuando nota que no hay justicia en el trato que recibe, cuando no ve avance en la obra pública y, sobre todo, cuando presiente que el dinero público se utiliza en beneficio de particulares, o para decirlo más claramente, cuando ve que pocos años algunos han progresado económicamente en tan poco tiempo como no les fue posible hacerlo en muchos años de trabajo.

Bien sabemos que, bajo muchos conceptos, las zonas urbanas tienen la máxima importancia, es ahí donde el trabajo, la producción, el estudio, la infraestructura, etcétera, crea la riqueza humana y material del país. Por el contrario, en las zonas menos urbanas y más rurales, tenemos el complejo fenómeno de la emigración a las ciudades y al extranjero, los jóvenes pronto dejan su lugar de origen en busca de un futuro mejor, y se quedan los ancianos, los niños y muchas mujeres solas con toda la responsabilidad de su familia y, todos, con un cierto sentimiento de desamparo. Cierto, hay programas que tienden a responder a estos problemas tan complejos, pero cuánto desearíamos que no fueran sólo papel, sino una realidad, al menos en cierta medida.

Un gran poeta, sí, grande, fue Mario Benedetti, huelga decirlo; en un poema suyo, que cantó Joan Manuel Serrat, nos ha dicho que con su esperanza dura, con su fe veterana, que todo el mundo sepa que el sur también existe. Leamos más poesía para ser más libres.

Imagen Zacatecas – José Manuel Félix Chacón