¿El debate cambia la historia?

El debate es una discusión; es confrontación de ideas, de argumentos, de programas, de  propuestas. Sirve para aclarar, dirimir, resolver, decidir. En ese tenor, podemos decir que en efecto, el debate puede cambiar el rumbo de la historia, porque la contundencia de argumentos, las probanzas, la experiencia, el conocimiento, el dominio del tema, va a … Leer más

El debate es una discusión; es confrontación de ideas, de argumentos, de programas, de  propuestas. Sirve para aclarar, dirimir, resolver, decidir.

En ese tenor, podemos decir que en efecto, el debate puede cambiar el rumbo de la historia, porque la contundencia de argumentos, las probanzas, la experiencia, el conocimiento, el dominio del tema, va a inclinar la balanza hacia uno u otro lado.

El debate es cosa de todos los días en las cámaras legislativas y en lo tribunales; también en los exámenes profesionales o de grado, donde el sustentante expone una tesis y la somete a debate entre los sinodales, quienes como resultado de este debate sabrán si el candidato ha estudiado bien el tema, si lo conoce, lo entiende y es capaz de ejercer profesionalmente.

Los candidatos deben prepararse muy bien a efecto de exponer, sustentar y defender sus ideas y propuestas y el modo de hacerlas viables, ya que es el escenario donde sale a relucir el conocimiento y la experiencia, pero también la fortaleza y la consistencia,  la astucia y capacidad de argumentar del candidato; y, por qué no decirlo, para el que no está bien preparado, o no tiene argumentos, el debate es la vitrina donde se observa con claridad la inseguridad, la debilidad, los temores y errores del mismo.

Los debates no se ganan, pero sí se pueden perder cuando no se está preparado, y ello significa perder terreno en la contienda electoral.

Fortalecen la democracia y propician que la ciudadanía se involucre en el proceso electoral de manera pasiva a través de la televisión o la radio, pero de forma activa y decisiva en las elecciones. Es una forma adecuada para que la gente decida su voto por el argumento, por la mejor opción,  y no por la pasión partidista o sectaria.

Es oportunidad perfecta para que un buen orador destaque; pero puede ser exhibido si no tiene propuestas claras, y sustentables, por el candidato de menos facilidad oratoria que sí conozca su programa de gobierno a profundidad. Hay más gente viendo los debates que en eventos multitudinarios, porque en se presentan propuestas, también descalificaciones. Por ello pienso que en las intercampañas y en las campañas, debería haber más debates y menos mítines. Incluso se gastaría menos.

¡La sociedad pide si al debate! Aunque no se peinen los candidatos.

Imagen Zacatecas – Jaime Santoyo Castro