Desburocratizando la creatividad

La creciente burocratización de la vida no es exclusiva de las actividades e instituciones estatales, también la padecen muchas empresas y estructuras privadas. Allí donde élites de funcionarios y administradores regulan y controlan las operaciones de cualquier ente organizacional, se crea el entorno adecuado para el crecimiento de una zafia racionalidad abstracta, rígida e instrumental. … Leer más

La creciente burocratización de la vida no es exclusiva de las actividades e instituciones estatales, también la padecen muchas empresas y estructuras privadas. Allí donde élites de funcionarios y administradores regulan y controlan las operaciones de cualquier ente organizacional, se crea el entorno adecuado para el crecimiento de una zafia racionalidad abstracta, rígida e instrumental.

En la mayoría de las ocasiones, los procedimientos y rituales burocráticos acaban con los emprendedores más lúcidos y rebeldes. El laberinto de las funciones y los trámites imponen sus peñascosos dogmas, al tiempo que destruyen la capacidad de innovación y menguan el ingenio subversivo. Por consiguiente, el movimiento orgánico se trastoca, la casta rectora tiende a subordinar las instituciones y la vida misma a los fines particulares de sus miembros. Inventa discursos para legitimar su proceder, convierte en valores positivos la cansina estabilidad, la servicial aquiescencia a la autoridad, la perezosa rutina y el amor por lo archireconocido.

Las burocracias por lo general buscan crear su propio hábitat confortable. Para prosperar armónicamente sin padecer los embates de la novedad se erigen como clubes VIP. Acaso por esta razón hinchan el aparato institucional, inventando nuevas funciones y tareas administrativas. El acrecentamiento de los trámites y los procedimientos de vigilancia aseguran la pertinencia y ampliación de las élites burocráticas, lo mismo que justifican los jugosos bonos de productividad y las inconcebibles prestaciones laborales. De esta forma, la brecha entre los salarios gerenciales y los de trabajadores y empleados se vuelve abismal e indecente.

En nuestra impúdica actualidad, hemos sido testigos de las incontables tragedias provocadas por el apetito insaciable de estas raleas burocráticas. Sólo hace falta traer a la memoria los casos de las bonificaciones millonarias que se otorgaron los propios directivos de bancos quebrados en varias de las llamadas regiones desarrolladas del planeta, mientras caían abatidos miles de pensionistas que invirtieron sus ahorros en estas ruinosas entidades.

El Estado mexicano y sus instituciones, incluyendo a partidos y universidades, son un ejemplo clarísimo de este nefasto proceso de autonomización burocrática. Se piden más impuestos para alimentar la costosísima estructura de funcionarios gubernamentales y dirigentes políticos. En la reforma hacendaria no se toca ni con el pétalo de una rosa a una casta que poco aporta a la renovación de la vida económica, social y cultural del País. Por el contrario, recorta y regatea cuantiosos recursos a los quehaceres que configuran la columna vertebral del desarrollo integral: la imaginación artística y la invención científica.

Steve Jobs fue un artífice de la desburocratización de empresas privadas, no recuerdo en este momento alguna figura similar en el ámbito estatal.

*Miembro del SNI
 

Imagen Zacatecas – Miguel G. Ochoa Santos




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