A tapar el pozo

De nueva cuenta México está sufriendo los estragos del cambio climático, otra vez miles de familias han quedado en el completo desamparo a consecuencia de fenómenos meteorológicos cuyos efectos han azotado gran parte del territorio nacional. La fuerza de la naturaleza nuevamente se ha ensañado con los que menos tienen, las familias pobres de diversas … Leer más

De nueva cuenta México está sufriendo los estragos del cambio climático, otra vez miles de familias han quedado en el completo desamparo a consecuencia de fenómenos meteorológicos cuyos efectos han azotado gran parte del territorio nacional.

La fuerza de la naturaleza nuevamente se ha ensañado con los que menos tienen, las familias pobres de diversas comunidades del país han sido las que más han sufrido sus embates, han perdido seres queridos y prácticamente todos los bienes materiales que poseían.

Resulta doloroso ver las imágenes de esas familias sumidas en la desesperación, hombres y mujeres que lloran ante un escenario catastrófico, percibiendo con impotencia que la reacción de las autoridades no corresponde a las dimensiones del daño.

Autoridades que como siempre pretenden solo paliar la situación, que reaccionan solo ante la situación de emergencia, pero nunca de manera preventiva ante los escenarios de inminente riesgo.

Vendrán acciones, no hay duda, se repararan vías de comunicación, se proveerá de insumos a los habitantes afectados, se evitara que regresen a las zonas siniestradas, impedirán que se construyan casas a las orillas de lagos y ríos o en laderas.

Se volverán a escuchar discursos sobre hacer una reestructuración, sobre cuidar el crecimiento de la mancha urbana, sobre todo en aquellos municipios en los que atraviesan manantiales, se les entregarán enseres domésticos a quienes lo perdieron todo y se implementaran programas de empleo temporal.

Taparan el pozo después de ahogado el niño, por supuesto que las cosas materiales duelen, más aún cuando las has obtenido a base de trabajo arduo, pero la vida de las personas, ese daño como lo reparas.
Entregarle un refrigerador o una estufa a quien ha perdido a su familia entera, resulta más insultante que alentador, peor aún si lo único que le brindas es una despensa y un costal de promesas.

Por fortuna esas caras de desesperanza e impotencia, también reflejan lucha, intención de no dejarse abatir por la falta de respuesta, de echar mano de lo que sea para seguir adelante, no se ve a nadie sentado esperando ayuda, todos intentan hacer algo por aminorar su pena y temor, son capaces de dar hasta lo que no tienen por ayudar a los que están en peores condiciones que ellos, si es que se puede estar en peores circunstancias.

Ante estos escenarios es cuando nos percatamos que si existe la solidaridad entre los hombres, que es mentira que ésta sea una mera ilusión; que no somos insensibles a la desgracia de nuestros semejantes y que somos capaces de dar, sobre todo de reconocernos como seres vulnerables ante la fuerza de la naturaleza.

Fuerza contra la que difícilmente podemos luchar, pero de la que debemos aprender, tomando las providencias necesarias, no para frenar su embate porque no es posible, pero si para aminorar los daños, prevenir es más sencillo y menos costoso que revolver, pero sobre todo duele menos.

*Docente-Investigadora de la UAZ

Imagen Zacatecas – Liliana Vélez Rodríguez




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