El vagón de la muerte, una tragedia que sigue vigente

OJOCALIENTE.- Sepultados junto a sus sueños yacen cinco ojocalentenses y un desconocido que murieron sofocados en un vagón el 2 de julio de 1987 en Sierra Blanca, Texas. Las tumbas de cada uno de ellos cuentan una historia de dolor y sufrimiento diferente, pero también reclama por oportunidades de empleo y una vida digna en … Leer más

OJOCALIENTE.- Sepultados junto a sus sueños yacen cinco ojocalentenses y un desconocido que murieron sofocados en un vagón el 2 de julio de 1987 en Sierra Blanca, Texas.

Las tumbas de cada uno de ellos cuentan una historia de dolor y sufrimiento diferente, pero también reclama por oportunidades de empleo y una vida digna en ese municipio, en el que a más de 31 años de la tragedia, las oportunidades son cada vez menores.

El vagón en el que viajaban como indocumentados 19 hombres a la "tierra de los sueños y las oportunidades"   las temperaturas  alcanzaban los 40 grados centígrados, convirtiendo aquel medio de transporte en un trágico asesino cuando alguien por fuera cerró la puerta y la selló herméticamente, lo que impidió la circulación del aire y provocó la muerte de 18 hombres.

Ellos vivieron en el infierno antes de morir, pues el calor superior a los 40 grados, la falta de aire, combinado con la desesperación, la asfixia y su deseo de vivir, se combinaron para acabar con la vida de aquellos soñadores de una manera cruel y horrorosa, al grado de que sus rostros quedaron destrozados e irreconocibles por la desesperación y la falta de oxígeno.

Solo Miguel Tostado, oriundo de Aguascalientes logró sobrevivir perforando el piso del furgón según contó él y cuya escena se retrató en la película mexicana El Vagón de la Muerte.

Para The Washington Post el agente fronterizo Michael Williams, quien descubrió los cuerpos, dijo que  fue una visión horrenda, pues las prendas de las víctimas estaban desgarradas por la desesperación y en el vagón había mucha sangre.

Las víctimas del tráfico humano eran de Zacatecas y Aguascalientes, cinco de ellos habían salido de Ojocaliente días antes en busca de una mejor vida y enseguida contaremos sus historias que son las de hombres jóvenes buscando  las oportunidades que su patria les negó y que los dejó hundidos en el dolor.

En busca de una ilusión

Juan Meza, de 16 años;  Martín Rocha, de 17 años; Martín Zapuche Moreno, de 22 años y José Pérez Maché eran vecinos de la colonia Pámanes, todos ellos eran amigos y tenían algo en común: acudían a la tienda de José Martínez Peña, El Coyote, quien se supone los pasaría a los Estados Unidos de Norteamérica y pidiendo dinero prestado, la mayoría de ellos, cubrió su cuota.

Trabajaría para su mamá

Juanito tenía 16 años cuando “se voló para irse al otro lado”, dice su cuñada Chelo Gaytán. 

“Terminó la secundaria y no pudo estudiar más porque no había dinero”, como muchos otros muchachos, Juan comenzó a trabajar en la obra  y en lo que le salía, pero según recuerdan Chelo y su cuñada Ignacia, su mayor propósito era darle una mejor vida a su mamá,  doña Nachita, pues le dolía verla esforzarse tanto por sus  tres hijos menores  y saber que su padre había muerto cuando él era muy niño lo motivaban para ver mejor a su madre.

Nachita recuerda con dolor “en este pueblo trabaja uno de sol a sol y no saca ni para mal comer”, ante la falta de  oportunidades en su lugar natal, Juanito consiguió dinero para pagarle su pasaje al coyote.

El muchacho nunca regresó y al saber de su muerte, su madre enfermó de diabetes y nunca olvidó la manera en que murió su hijo.

“Cuando los fueron a reconocer no pudieron hacerlo porque habían quedado bocaabajo y su cara ya estaba destrozada, supieron que era él solo por la ropa”, recordó Chelo.

No conoció a su hija

Martín Rocha tenía 17 años cuando decidió probar suerte en el otro lado, su madre doña Elvira, recuerda que sus últimas palabras fueron que lo primero que cobrara se lo mandaría para que ella se comprara una camionetota, dice con una sonrisa, pero sujetándose fuerte el pecho para contener el dolor y la tristeza.

Junto con Martín, se fue su yerno Martín Zapuche Moreno, él era el esposo de su hija y cuando se fue, ella tenía dos meses de embarazo.

“Mija nunca conoció a su padre y me dice que si su padre hubiera vivido, su vida sería diferente”, dice aún con dolor doña Elvira.

Zapuche fue militar, pero se animó a embarcarse en un viaje con su cuñado para darle una vida mejor a su familia.

Doña Elvira reconoce que sintió mucho dolor, pero con el tiempo Dios le dio fortaleza para superar, pero no para olvidar y cada que veía al coyote lo seguía, no sabe para qué, solo sabe que le tenía mucho odio y espera que sus hijos paguen el dolor que ella sintió.

“Mi viejo decía que le pedía a Dios que no se lo encontrara, porque si lo veía, quién sabe qué le haría”, dice la mujer que ahora sobrevive gracias a un marcapasos.

Adiós señora enojona

Noé Flores Reyes tenía dos hijos y 22 años cuando fue seducido por el sueño americano.

Quien fuera su cuñada Rosa María recuerda que tenía tiempo queriéndose ir y su mamá le consiguió el dinero prestado.

Noé “quería hacer un porvenir aquí para sus hijos que en ese tiempo tenían el más pequeño siete meses y el otro menos de 2 años”.

Recordó que pasaban los días y no sabían nada de él, hasta que se enteraron que iba en un vagón y yo decía “que  no podría ser él”.

Su suegra, dice, no pudo soportar el dolor y tuvieron que cedarla, porque para ella fue un dolor muy fuerte.

“Los muchachos tuvieron que crecer sin su papá”, lamentó.

Otra trágica historia del maldigo vagón.

Quería un cuartito para su familia

Con sentimientos contenidos que apenas si le permiten hablar, doña Rosaura, relata el dolor que vivió hace 31 años.

Su esposo José Pérez Maché tenía la ilusión de dar a ella y a su pequeña hija un hogar, aunque fuera un cuartito que fuera suyo, pero dónde vivir.

Trabajó en la obra, recogiendo basura y en otros empleos de ocasión, se fue a Reynosa también y recuerda que ella lloraba mucho y se sentía muy sola cuando él no estaba.

Al final, decidió a irse a Estados Unidos, con el mismo coyote que todos los demás, pues se suponía era amigo y vivía a tres casas de la suya.

Cuando se fue le dijo a Rosaura que cuidara a su pequeña, que nunca la dejara sola y que el día que él regresara la niña le iba a avisar y le prometió que le haría su cuartito.

“A diferencia de la vez que se fue a Reynosa, yo sentí un dolor muy fuerte en mi corazón”, recuerda.

La niña hoy tiene 32 años y acaba de ser madre, pero en ese entonces apenas si pasaba del año y era muy unida a su padre, por ello, dos días antes de que su padre regresara de Reynosa, durante una noche la bebé llamó a su papá todo el tiempo.

El día que se supone falleció su papá, la niña estuvo toda la noche llamándolo “yo pensé tan pronto, pero sí se acaba de ir”.

Después, por las noticias se enteró que en Texas había unos migrantes muertos y se negaba a aceptarlo, pero pronto llegaron a su casa doña Ignacia y doña Elvira, con quienes viajó para identificar los cuerpos.

“Los estábamos enterrando y yo pensaba que estaban por ahí, a pesar de las fotos que me habían enseñado”, solloza.

Hoy los restos de su primer esposo descansan en un cuartito; ella lo mandó hacer porque esa era la ilusión en vida de su esposo.

Le dieron una indemnización con la que construyó una pequeña casa, “él por eso se fue para darnos un lugar dónde vivir” trata de consolar y guardar ese dolor que lleva tres décadas escondido.

La tristeza, reconoce, nunca se ha ido y tampoco olvidó a su esposo. Su vida nunca fue la misma y la felicidad nunca la volvió a alcanzar.

Lloran a sus muertos

Nunca en la historia de Ojocaliente, el pueblo se había unido para exigir justicia y mostrar solidaridad con los dolientes.

Miles acudieron al auditorio de Chinampas para externar sus condolencis, miles más estuvieron en misa y otros más se sumaron al entierro.

Seis tumbas están juntas, de cinco se supo quiénes eran, pero uno fue enterrado como el desconocido.

La noticia

El 3 de julio en su portada, el New York Times daba a conocer la muerte de 18 migrantes en el interior de un vagón, que fue conocido a la postre como el Vagón de la Muerte. Los Angeles Times, The Washington Post también dieron a conocer el suceso, al igual que medios como El País, Noticias AP,  Herald Tribune, Proceso y Notimex.

De acuerdo con Notimex, “el compartimento había sido sellado por fuera por un contrabandista de inmigrantes, quien al parecer no se percató de que el vehículo quedaba así herméticamente cerrado”.

El presidente de la República, Miguel de la Madrid  se refirió al hecho y dijo que “México lamenta y reprueba categóricamente  este tipo de tráfico de seres humanos y las condiciones infrahumanas en que muchos mexicanos deben internarse y en las que trabajan en algunos lugares de Estados Unidos que son la causa de que sucedan casos tan lamentables como este”, según se relata en un artículo de la revista Proceso.

En el mismo medio se informó sobre  una pista parecía indicar que fue un exagente de la Patrulla Fronteriza, Martín Adams Nava, quien cerró el vagón Según los investigadores estadunidenses Nava, quien habría sido acusado de conspiración criminal en el tráfico de ilegales, habría huido a México. Además sostiene que  la muerte de los 18 mexicanos fue una consecuencia de la ley Simpson Rodino.

La impunidad

Los familiares refieren que el coyote que se llevó a sus parientes nunca tuvo castigo. 

“Yo fui a la presidencia a decir que aquí andaba, que lo agarraran pero nunca le hicieron nada, es más creo que hasta arregló sus papeles para cruzar al norte” dice con gran impotencia doña Elvira.

Recuerda cómo ese hombre se burlaba de ella y  de doña Nachita porque la justicia nunca lo tocó.

Doña Rosaura no le desea ningún mal y solo espera que la voluntad de Dios actúe, pero piensa que el coyote fue responsable “hasta se fue aquí, pero algo tuvo qué ver, a poco los iban a encerrar por fuera”

Una historia que se repite

Ante la necesidad de los seres humanos de lograr metas para la satisfacción de sus necesidades y la imposibilidad de encontrarlas en su país de origen, deciden emprender el viaje que en ocasiones termina de manera trágica.

Para desarrollar lo anterior citaré una situación ocurrida a poco más de un año de la muerte de los migrantes en Sierra Blanca, Texas, 21 indocumentados fueron rescatados también de la caja de un tráiler, pero esta vez en Laredo, Texas.

En San Antonio, Texas, el 14 de mayo del 2003, otras 18 personas murieron asfixiadas en el contendedor de un tráiler abandonado por coyotes en la carretera 77, al sur de Victoria Texas.

El 24 de julio de 2017 nuevamente 10 migrantes murieron asfixiados en la caja de un tráiler en Texas, en el camión viajaban 39 y 25 eran mexicanos.

En semanas pasadas, en Concepción del Oro, Zacatecas, más de un centenar de migrantes fueron rescatados. de un tráiler en el que viajaban niños y adultos. 

Desgraciadamente, ejemplos hay muchos y cada día siguen aumentando debido a la pobreza que impera en las zonas de donde provienen y las pocas acciones del gobierno para fomentar empleo y una calidad de vida que por lo menos pudiera ser digna.

Investigadores de la migración como Roberto S. Aruj señala que países como Noruega, España, Canadá y Estados Unidos restringen la entrada como parte de la propia dinámica de acción  de un gobierno para evitar flujos migratorios no deseados hacia y desde sus fronteras, cuyas acciones se relacionan con controles migratorios, la discriminación y la exclusión, pues solo permiten el brain drain o ‘drenaje de cerebros’ en el que solo emplea a científicosy especialistas que le hacen falta.

Imagen Zacatecas – Gema Gallegos