Es mediodía del domingo 12 de octubre de 2025.
Un servidor sabía que, en la última corrida de la Feria de Otoño y cierre de la temporada en Las Ventas, en Madrid, estaba anunciada la llamada Corrida de la Hispanidad, con la despedida de Fernando Robleño, quien llevaba de alternantes a “Morante de la Puebla” y a Sergio Rodríguez, que confirmaba su alternativa, con toros de Garcigrande.
Poco antes de la una de la tarde saludé al joven aficionado César Medina, y de inmediato me informó que “Morante de la Puebla” se había despedido hoy en Madrid.
¡Noticia que me impacta y que no puedo creer!
De inmediato me doy cuenta de que en mi celular aparece, a las 12:18 p. m., un video de WhatsApp enviado por mi buen amigo y taurino zacatecano Javier Suárez del Real, quien se encuentra en Madrid. En las imágenes muestra el desconcertante adiós de José Antonio Camacho “Morante de la Puebla”, quien, ante una plaza llena, exhibe en su mano derecha el añadido que segundos antes, entre lágrimas, se había desprendido de la nuca. Lágrimas que fueron fiel reflejo de su torería y humanismo.

Los gritos de ¡Torero! ¡Torero! se dejaron escuchar mientras se encaminaba, paso a paso, al burladero de matadores, con una mirada que parecía perdida en el horizonte de la noche madrileña, ante más de veinte mil personas que no podían creer lo que estaban viendo.
Morante se fundió en abrazos de profunda emoción con los miembros de su cuadrilla, así como con Robleño y Rodríguez, sus alternantes en la última tarde.
Previamente se había visto una faena con la mano diestra, plena de emoción, sin imaginar lo que vendría después.
Varios minutos después del acontecimiento vivido en la plaza de toros de Las Ventas del Espíritu Santo, me embargó una mezcla de emoción y tristeza al saber del retiro de este extraordinario torero. Pero ahí queda un legado y una huella que solo los privilegiados pueden dejar.