No la cajetié y vaya por su churro con don Roberto

Foto: Carlos Montoya.
Foto: Carlos Montoya.

De uniformarse a diario con la característica indumentaria café, que anteriormente usaban los agentes de vialidad, a vender churros en las calles, así dio un giro la vida de Roberto Rincón Garay.

ZACATECAS.- De uniformarse a diario con la característica indumentaria café, que anteriormente usaban los agentes de vialidad, a vender churros en las calles, así dio un giro la vida de Roberto Rincón Garay.

De organizar el tráfico y multar a conductores, el originario de Zacatecas prestó servicio en la Dirección de Tránsito como agente, hasta que decidió independizarse.

Foto: Carlos Montoya.

Siguió los pasos de su hermano Raúl, quien fue el que empezó con la venta de churros rellenos; por ello, se hizo de un carrito con el que inició su historia como churrero.

Don Roberto, de 46 años, comenzó su aventura en la calle Aldama, justo en la esquina con Arroyo de la Plata.

En ese punto del Centro Histórico, llegaba todas las mañanas desde temprana hora para calentar el aceite y echar los churros que en minutos se convierten en deliciosos postres.

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En ese lugar se mantuvo 18 años, hasta que el Ayuntamiento lo movió al Jardín de Independencia.

Por esta parte de la capital de Zacatecas tiene siete inviernos ofreciendo estos manjares, que endulzan hasta los paladares más exigentes, con sabores como la cajeta, el chocolate y la lechera.

Foto: Carlos Montoya.

Trabajo y familia, lo más importante

Actualmente, son tres los hermanos que se dedican a este oficio; cada uno con sus respectivos carritos, ubicados en diferentes puntos del Centro Histórico, en lo que se convirtió en una tradición familiar.

Cada uno de los Rincón Garay ha sacado adelante a sus familias con la venta de los churros.

En el caso de Roberto tiene siete hijos, a quienes les dio educación gracias a este trabajo, donde su mejor vitrina siempre ha sido la calle.

Foto: Carlos Montoya.

“Vender churros parece fácil, nuestros clientes ven una parte del proceso.

Pero es laborioso porque implica hacer la masa, darle su tiempo para que el sabor sea el mejor, eso lo hacemos en la casa, es un trabajo completo” comentó don Roberto.

Agregó que, a sus hijos más grandes no les llamó la atención este oficio y espera a que los más pequeños se interesen.

Lo anterior principalmente porque es una actividad que, con el paso del tiempo, se ha ido desarrollando en menor grado y de su parte él sigue manteniendo esta tradición.

Lo bueno es hacer las cosas bien

A don Roberto lo que más le gusta de su trabajo es ver las caras de satisfacción de sus clientes a darle el primer mordisco a los churros, después de un día complicado.

Y lo que más le alegra es cuando regresan por otro, lo que significa que todo el proceso para que esté el mejor sabor cumple su función.

Foto: Carlos Montoya.

En este oficio me ha tocado conocer a clientes que tengo desde niños y que por una u otra razón se fueron de la ciudad.

Y cuando regresan ya realizados, no se olvidan de uno y vienen por sus churros”, señaló don Roberto.

Dijo que en temporada de frío es cuando vende más churros, concretamente de noviembre a marzo, porque las personas los gustan acompañarlos con bebidas calientes.

Su horario de trabajo empieza a las 11 de la mañana, termina a las 9 de la noche y trata de que sea todos los días.
Aunque hay domingos en que necesita descansar y pasar más tiempo con su familia.

“La clave está en ofrecer el servicio con la mejor actitud, en mi caso a pesar de los años que llevo haciendo lo mismo no me aburro.

“Al contrario, hay que disfrutar lo que uno hace y aquí seguiré a la orden,” finalizó el señor Roberto.

Foto: Carlos Montoya.



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