Ver cómo golpeaba a su bebé le dio fuerzas para dejarlo

Foto: Miguel Alvarado.
Foto: Miguel Alvarado.

Por amor a su hijo terminó con una relación que puso en riesgo la vida de ambos.

El primer capítulo de la historia de amor de Rosario (nombre ficticio) comenzó con su boda en una ceremonia de matrimonios colectivos un 16 de febrero. El último capítulo va en una golpiza que sufrieron ella y su hijo de dos años a manos de su pareja y asegura que aquí termina todo con él.

El problema es que no es la primera vez que lo deja. Previamente lo intentó en varias ocasiones y siempre terminó volviendo ante las promesas de que cambiaría y aunque así ocurrió, siempre fue para mal, pues las golpizas se volvieron cada vez más salvajes.

Rosario cuenta que ella aguantó, pero lo que ahora la tiene viviendo en un centro para mujeres maltratadas fue ver cómo su esposo se ensañaba con el bebé cada vez más.

“Primero llegaba a la casa y empujaba a mi niño, luego lo cacheteaba y después comenzó a estrellarle su cabecita donde fuera”, explica y muestra la frente de su “gordo”, como le dice de cariño, quien todavía tiene un chipote de la última golpiza que le dio su padre.

Rosario llora de coraje y acepta que no sabe por qué aguantó tanto y por qué permitió que golpeara al bebé.

Foto: Miguel Alvarado.

Drogas y alcohol

Según la mujer, el primer año de casados todo estuvo bien, pero su marido comenzó a llegar borracho y a drogarse en la casa.
Resistol, marihuana, cristal, “de esa que se echan por la nariz” y alcohol, de todo lo vio usar.

A veces iban a las fiestas y bastaba con que empezara a tomar para que la celara. Empezaba con insultos y después los golpes delante de todos. Ni siquiera los familiares de él lo podían contener de tan agresivo que se ponía.

Incluso, cuenta que su bebé nació prematuro luego de una golpiza que ella recibió estado embaraza y el niño estuvo a punto de morir.

Pero Dios se lo dejó y ella cree que es por una razón. Se aferra a este pensamiento y asegura que ahora sí ya no regresará con él, por su hijo.

Debido a las adicciones de su esposo, Rosario y su bebé no solo sufrieron golpes sino también hambre, pues todo el dinero se iba en drogas.

Además, era común que luego de que su pareja se gastara lo que ganaba en distintos trabajos comenzara a robar, lo que lo llevó varias veces a la cárcel.

También era común que él llegara golpeado y ensangrentado pues peleaba con otros por el resistol, por eso sus padres lo internaron varias veces en centros de rehabilitación, pero al salir regresaba peor.

Foto: Miguel Alvarado.

Siempre vulnerable

Rosario cuenta que su padre murió cuando ella tenía 16 años y su madre se juntó con otro hombre, pero nunca la aceptó porque no era su hija y terminó viviendo con unas tías.No terminó ni la secundaria, por eso se puso a trabajar en un restaurante, que fue donde conoció a su marido y a los 18 años se casó con él, pese a las advertencias de sus tías, pues él ya era divorciado.

“La gente me pregunta por qué me casé con él sin saber que eso mismo me pregunto todos los días… pero no tengo una respuesta”. Se queda callada y su vista se centra en el techo. “Yo creo que fue por capricho”, reflexiona.

Reconoce francamente que se le cerró el mundo. A pesar de los golpes, se ponía a pensar qué haría sola y con un hijo, sin nadie que la apoye, con su padre muerto y su madre con otro señor.

Pero también se sincera y reconoce que sus tías sí le han dado apoyo, al igual que su madre a quien casi no ve, pero si le llegó a regalar ropa para el niño. También recibió apoyo de personas ajenas a su familia.

Recuerda que en una ocasión que dejó a su esposo comenzó a cuidar borregas de 8:00 de la mañana a 8:00 de la noche y además de recibir un salario, los dueños de los animales le regalaban comida y ropa para ella y su hijo.

También trabajó limpiando casas y ha conocido a gente que la apoya desinteresadamente.

Como el licenciado que la ayudó para poner la denuncia luego de la última golpiza.

Cuenta que fue él quien la asesoró para poner la denuncia ante el Ministerio Público, le consiguió donde dormir, le tramitó sus documentos como actas de nacimiento, le dio dinero para comida y luego le consiguió un lugar en el centro, donde ahora se encuentra.

El niño, la principal motivación

Rosario repite y repite que esta vez ya no volverá con su marido, pues no lo quiere cerca del niño, quien apenas empieza a decir sus primeras palabras.

Pese a que su cuerpo aún refleja los golpes que recibió de su padre, el “gordo” no da muestras de ser un niño que sufrió violencia. Es inquieto, travieso, juguetón y no para de gritar y reír.

Basta con hacerle un cariño para que de inmediato agarre confianza.

Según una de las psicólogas del centro, apenas tiene unos días, pero su carisma le ha ganado la simpatía de todos.

Su madre está aprendiendo a cocinar y a hacer repostería que luego van a ofrecer a los empleados para juntar dinero y el niño ha salido muy buen vendedor.

La psicóloga explica que cuando se dan estos casos son los niños los que ayudan a las madres a continuar, pues han tenido pequeños de esa edad que sí demuestran estragos físicos y psicológicos por la violencia, por lo que son muy introvertidos.

Al ver a su hijo, Rosario comienza a viajar en el futuro y asegura que aprenderá todo lo que pueda en el centro para sacar adelante al niño.

Lo ve como un hombre que se casará y que será buen esposo y buen padre, un hombre que respetará a su familia.

Le pido a Dios me deje vivir para verlo cuando se case, que me de paciencia, sabiduría, amor, honestidad y que me haga ser una persona buena y que me de fuerza y me abra mi mente y mi camino para enseñar a mi hijo de la vida”, dice emocionada.

Los gritos y las carcajadas del pequeño la traen de vuelta a la realidad, al centro en el que él sigue siendo un bebé y ella una mujer que intenta salir adelante.

Rosario reconoce que se desespera y para evitar angustiarse por el presente, se aferra con todas sus fuerzas al futuro, en donde confía que todo estará bien.

Foto: Miguel Alvarado.