Revolución Mexicana, un parteaguas en la historia nacional

Emiliano Zapata | Foto: cortesía
Emiliano Zapata | Foto: cortesía

Conoceremos las causas, procesos y resultados de esta lucha por una liberación nacional del pueblo.

La historia mexicana está empapada de momentos que han cambiado el rumbo de la sociedad. La Revolución Mexicana, suscitada el 20 de noviembre de 1910, movió por completo los planes que se tenían para México hasta ese momento. Conoceremos las causas, procesos y resultados de esta lucha por una liberación nacional del pueblo.

Dentro del país existió un lapso de gobierno encabezado por Porfirio Díaz, poco más de tres décadas; tiempo de desarrollo industrial para México, pero lleno de muchas injusticias y malos tratos para los grandes sectores de la población.

Con lemas como: “Poca política y mucha administración”, Porfirio Díaz llega al poder con una idea de no reelección, dando fin a un periodo de gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, en abril de 1877.

Gobierna durante algunos años, para después sucederle Manuel González. Para 1884, Díaz vuelve al poder y modifica la constitución hasta entonces vigente, permitiendo así su reelección indefinida.

Durante estos años, Porfirio Díaz logra centralizar las riquezas nacionales en una minoría de la población, influyente, que ejercía poder en todo el territorio nacional. Consigue disolver a su oposición: periódicos y demás medios de comunicación que estaban en su contra.

Apenas comenzaba el siglo XX y su sistema político ya tambaleaba ante el auge de un nacionalismo por parte del pueblo, una crisis económica y una ausencia de un sucesor. Es así que decide abrir las puertas del gobierno para ceder su poder en un nuevo proceso electoral.

Hambre de Libertad

Cansados de tantas injusticias, políticos mexicanos buscaron el derrocamiento de Díaz, buscando solución al problema de la reelección. Esto molestó a don Porfirio, que complicó el proceso de elecciones y decide continuar en poder.

Logra buscar y encarcelar a Francisco I. Madero, quien huye a Texas, y desde tierras texanas acusa a Díaz de cometer fraude electoral. El 5 de octubre de 1910, Madero llama a levantarse en armas a la población contra las políticas de Díaz, promulgando el ya conocido “Plan de San Luis”, buscando elecciones libres y democráticas.

Emiliano Zapata, líder campesino del Sur de México, al ver el poco compromiso que el gobierno nacional tenía en materia agraria, presenta su propia ley agraria en un documento conocido como “Plan de Ayala”, en el que se reclama un cumplimiento al plan de San Luis y llama a continuar el movimiento revolucionario. Tenía como objetivo la devolución de terrenos y propiedades que el gobierno había quitado a los campesinos del país.

Madero obtiene el apoyo de Pascual Orozco, Francisco Villa y Emiliano Zapata; caudillos y gente de relevancia para el pueblo mexicano con el interés en común de liberar al pueblo mexicano. Se organizan y comienza un movimiento armado estratégico el 20 de noviembre de 1910. Se comienza con la toma de Ciudad Juárez en mayo de 1911, donde se firman acuerdos. Madero resulta presidente electo y Porfirio Díaz se ve obligado a renunciar y salir del país buscando el exilio en Francia, donde fallece en 1915.

Fin del Porfiriato

La primera fase de esta revolución había concluido, pero la ambición por hacer las cosas a su modo de los líderes revolucionarios los lleva a un distanciamiento mutuo, conduciendo a eventos igual de importantes como la “decena trágica”; un golpe de estado para derrocar a Francisco I. Madero de la presidencia, donde este fue herido y toma su lugar Victoriano Huerta, como presidente interino. Sin esperarlo, Huerta traiciona a Madero, lo manda arrestar y fusilar el 22 de febrero de 1913.

Victoriano Huerta llega al poder de una manera deshonesta, pero a pesar de no tener la aprobación de algunas personas de poder, contó con el apoyo de importantes hacendados, la iglesia, el ejército y varios gobernadores del país.

Dentro de estos líderes revolucionarios también se encuentran Francisco Villa y Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, quienes viendo la situación de Madero, protestan y desconocen a Victoriano Huerta como presidente. Conceden a Carranza las facultades para levantarse en armas en contra del ejército federal, todo esto, estipulado en el “Plan de Guadalupe”. Se inaugura así un ejército revolucionario, también denominado “Constitucionalista”, con el firme objetivo de eliminar cualquier intento de Victoriano Huerta por gobernar, además de convocar a elecciones tras finalizar sus planes.

Gobierno de “patas chuecas”

Durante su mandato, Victoriano Huerta tuvo muchas dificultades; poca solvencia económica, acompañado de una deuda con Estados Unidos, país que no reconocía su gobierno como legítimo. Su gobierno se vio obligado a aumentar impuestos para sumar a los gastos militares, pero esta situación dio como resultado un bloqueo en el puerto de Veracruz en 1914, donde el ejército de Estados Unidos no permitió la entrada de cargamento bélico destinado en apoyo a Huerta, debilitando así al ejército federal.

Por otro lado, Francisco Villa y la División del Norte dando lucha en la “Toma de Zacatecas” el 23 de junio de 1914, con una victoria sobre el ejército federal, derrocando por fin un gobierno usurpado, este suceso desencadena en la renuncia de Huerta en julio del mismo año.

Huerta renuncia y los revolucionarios buscan llegar a un acuerdo sobre el poder. Carranza, como primer jefe de la revolución, se promulga presidente, pero Villa y Zapata, al no estar de acuerdo, llaman a convención en Aguascalientes en noviembre de 1914, donde se nombra a Eulalio Gutiérrez como presidente interino de México. Carranza finalmente se establece en Veracruz, mientras Zapata y Villa unían fuerzas, ahora en contra de quien fuera su aliado.

Tras un congreso constituyente, se debaten temas de interés para el país. Se promulga una nueva constitución el 5 de febrero de 1917, donde se reconocían y consagraban causas revolucionarias: derechos agrarios, laborales, educación y salud garantizada, libertad de prensa, entre muchas otras. En este documento se sientan las bases del estado moderno mexicano, leyes con las que actualmente nos conducimos.