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Plazuela de Zamora, historia de un amor frustrado

Plazuela de Zamora, historia de un amor frustrado

Fuente de la plazuela de Zamora. | Foto: Cortesía.

En la plazuela de Zamora se erigió un cadalso, en el que fue ajusticiado José Manuel Zamora.

Redacción Zacatecas
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8 de junio 2024

ZACATECAS.- La plazuela de Zamora en esta ciudad encierra una historia de amor frustrado, según narra el maestro Emilio Rodríguez Flores en su libro “Compendio Histórico de Zacatecas”.

Corría el año 1699 cuando el adinerado Pedro de Quijano informó a su única hija, María Leonor, que debía casarse con el poderoso minero Don Juan Antonio de Ponce y Ponce, dueño de la hacienda de San José.

María Leonor, sin embargo, prefería ser monja o morir antes que casarse con él. Don Juan Antonio satisfaría las necesidades pecuniarias de Pedro de Quijano mediante este matrimonio, ya que sus negocios habían quebrado y solo conservaba su mansión en la plazuela de Zamora.

Cabe destacar que Don Juan Antonio de Ponce y Ponce satisfaría, mediante ese matrimonio, las necesidades pecuniarias de Pedro de Quijano, cuyos negocios habían quebrado de manera reciente y quien únicamente conservaba su mansión en lo que es actualmente la plazuela de Zamora en la capital zacatecana.

En realidad, Leonor amaba a otro caballero, cuyo nombre era José Manuel Zamora, ahijado de doña Catalina de Sandoval, una noble muy adinerada y amiga de la difunta madre de José Manuel Zamora.

La treta era que doña Catalina Sandoval había fomentado los amores entre José Manuel y doña Leonor, a quienes pensaba dejar parte de la fortuna que le había sido heredada por sus ancestros.

Sin embargo, cuando don Pedro de Quijano se enteró de esos amoríos entre su hija y don José Manuel Zamora, planeó deshacer el noviazgo, de modo que contrató a una hechicera para que averiguara todo lo relativo al romance de su hija; a la semana siguiente, la mulata le llevó un informe completo de esas relaciones.

Le dijo: “Todos los días, un embozado sigue a su hija a la misa del convento de la Merced, en compañía de una sirvienta. Al concluir el oficio, ese embozado la espera y, al descubrirse, muestra a un apuesto y joven galán que le ofrece agua bendita a doña Leonor”.

“Ese caballero la sigue aquí hasta su casa y, ella, antes de entrar es reverenciada por ese caballero. No es todo, sino que al dar las ánimas, el embozado viene a platicar con doña Leonor en el postigo que da al crucero, detrás de la casa”.

Al haberse enterado de los hechos, don Pedro estalló en ira, momento en el cual urdió una venganza.

Eran aquellos los momentos en que un grupo de choque trataba de derrocar al entonces alcalde mayor, Don Juan de León Valdez, que basaba su riqueza en el poderío feudal de la zona.

Don Pedro concurrió hasta el alcalde mayor, a quien le dijo iba a tratar “un asunto de vida o muerte”.

“Mire, hay un individuo que ronda mi casa con el propósito de asesinarlo, quien es espía de los descontentos con usted a quien, si logran aprehender, le encontrarán documentos probatorios”.

A ello, el alcalde ofreció que ordenaría la aprehensión del individuo.

Don Pedro llamó a la mulata, a quien pidió entregara una carta para el joven que rondaba su casa, advirtiéndole que no le dijera quien la mandaba; esa noche, al llegar José Manuel al crucero Quijano se le entregó la carta que guardó en su bolsillo sin abrir y al acercarse a su amada, un grupo de soldados lo aprehendieron.

Cuando Leonor se percató de ello, corrió al oratorio a llorar, ahí, su padre le dijo que “el cielo siempre castiga la desobediencia”.

Tres días después en la plazuela de Zamora se erigió un cadalso, en el que fue ajusticiado José Manuel Zamora.

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