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Opinión

Loret

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Juan Carlos Ramos León.

No soy periodista pero, al igual que muchos de ellos, nacionales y extranjeros, estoy triste, indignado y muy preocupado por lo que pasó la semana anterior con el periodista Carlos Loret de Mola. Y vaya que no usaré este espacio para expresar simpatía -o antipatía- con él en su persona, en su método, en su … Leer más

Juan Ramos León
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14 de febrero 2022

No soy periodista pero, al igual que muchos de ellos, nacionales y extranjeros, estoy triste, indignado y muy preocupado por lo que pasó la semana anterior con el periodista Carlos Loret de Mola. Y vaya que no usaré este espacio para expresar simpatía -o antipatía- con él en su persona, en su método, en su causa o en su labor como periodista, pero sí lo usaré para señalar que no estoy de acuerdo con lo que hizo el presidente: un abuso de autoridad y de poder. López Obrador se valió de la investidura presidencial para generar una agresión pública en contra de quien él mismo ha convertido en un enemigo personal.

Recuerdo cuando yo era niño y me quejaba con mi madre de las burlas me hacían otros niños que ella me decía: “no les hagas caso, porque si lo haces seguirán burlándose de ti”. Y creo que la reacción del presidente en esta situación ha sido tan inmadura como la de ese niño que fui yo al concederles a mis agresores el privilegio de enojarme ante sus agresiones porque eso era exactamente lo que siempre buscaron. Y quede claro que no con esto considero que Loret de Mola sea un acosador del presidente ni que su objetivo sea el de sacarlo de quicio. Afirmo que la reacción de López Obrador ha sido inmadura y que puede que haya sido éste su berrinche más exagerado -hasta el momento-.

Esto ya es grave. Muy grave. Desde que inició su gestión -él piensa que es más bien un reinado, aunque está claro que está a nada de convertirse en una dictadura- López Obrador ha hecho y deshecho a placer y “gobernado” por capricho, ante la mirada atónita de quienes sólo queremos trabajar para vivir mejor y dejarles un mejor país a nuestros hijos y también ante la ovación mediocre de los cuervos que ha creado y que, estoy seguro, algún día le sacarán los ojos. Pero en esta ocasión fue demasiado lejos, ya que se pasó por el arco del triunfo cuanta ley pudo -hasta nuestra mismísima carta magna- para abofetear el rostro de a quien convirtió en su adversario escupiéndonos en la cara a todos los mexicanos.

Revestido con los hábitos presidenciales exhibió una información que, si bien no se sabe si es cierta o falsa -recordemos, son SUS datos- deja expuesto sin otra razón que puro desquite a uno de sus gobernados a la merced de la inseguridad que él mismo no ha sabido -ni querido- controlar. Violó la ley que él mismo juró defender.

Y si ahora sí no lo detenemos va a acabar con todo. Está acabando con la libertad de prensa, con la economía, con las instituciones y, por ende, con el progreso de un país que no se merece tenerlo por máximo representante. Debe de haber consecuencias porque si no las hay nuestro México estará perdido.

 

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