Sobre el respeto a las leyes

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

La autoridad constituida tiene como arma un conjunto de leyes que la colectividad debe observar.

La vida en comunidad precisa acuerdos, convenciones. El mismo nacimiento de la figura de gobierno llega por esa premisa. A la dimensión individual que produce riqueza y padece problemas, se une la necesidad de algo o alguien que provea soluciones para pendientes comunes. Entonces se forma el erario, el tesoro público, que para acabar con los fallos y mantener el orden comunitario es administrado por una figura de mando.

La autoridad constituida tiene como arma un conjunto de leyes que la colectividad debe observar. Viene lo curioso: a nuestro instinto primitivo, territorial y caprichudo, no le gusta la idea de pagar contribuciones, ni la de limitar su actuación en nombre del bien común.

¿Transitar por la vía pública sin tener a todo volumen mi música? ¿No apoderarme del baldío contiguo a mi propiedad, porque pertenece a alguien más? ¿No acostarme con todas las personas que se me antoje? ¿Tener que establecer un compromiso con infantes que yo procreé, pero que no viven conmigo?

Más: ¿Tener que detenerme frente a una luz roja, aunque enfrente no transite nadie (pero de pronto pueda aparecer cualquiera)? ¿Ceder el paso al vehículo que le corresponde, aunque yo lleve mucha prisa? ¿No golpear arteramente a quien “muchas me debe”? ¿Compartir la herencia de mis padres con mis hermanos que nunca vieron por ellos, sólo porque en algún momento éstos lo estipularon así en el documento correspondiente?

Cumplir las leyes y ejercer nuestras obligaciones en comunidad no es sencillo para nuestro ego. Cierta rebelión nos impele a pasarnos el alto, a hacernos de la vista gorda, a quedarnos con lo ajeno, a participar en un cochupo o transa, a dar una mordida para evitar trámites engorrosos…

El respeto a las leyes es parte de una instrucción que debe convertirse en parte de la vida cotidiana. Recalco: de instrucción pasa a ser educación.

Esa educación con la que debemos estar revestidos ha sido tan escasa que la hemos edulcorado al aducir que, por ejemplo, dar el pase a otro vehículo que en efecto tiene ese derecho es una “cortesía”. O que es “amable” quien no se mete a una fila de vehículos donde prácticamente pasa por encima del turno de los demás.

Bastante educación nos falta para de veras respetar las leyes, por encima de nuestros intereses y conveniencias. “Háganle como en Estados Unidos: obedecemos cuando nos pegan en el bolsillo”, dicen algunos. Entonces, ¿es mejor la sanción que promover más la verdadera educación respecto al cumplimiento de las normas?

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