Administraciones municipales y bibliotecas

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Levanto la voz por la necesidad de que la lectura, la educación y la cultura que ofrecen las bibliotecas públicas pueda continuar vigente y más activa.

Durante los primeros días al frente de un gobierno municipal en este país, un presidente se metió a la revisión de los ingresos y egresos de la administración que ahora quedaba a su cargo. Junto con quien sería su titular de Finanzas y Tesorería, estuvieron revisando qué “recortar” para hacer rendir los recursos disponibles.

Al llegar al departamento “Bibliotecas”, el presidente comenzó a removerse en su asiento.

—¡Tenemos 11 bibliotecas en comunidades! ¡No imaginé que fueran tantas!

—Bueno, presidente: son 173 comunidades en el municipio.

—De por sí ya tenemos dos bibliotecas en la cabecera municipal…

—Sí: la del centro y la del barrio principal.

—¡Pues no puedo estar pagando a tantas bibliotecarias! Si tenemos en total 13 bibliotecas, cerremos unas 8. Al cabo casi todo el tiempo están solas.

—¿Y las bibliotecarias? Muchas de ellas están sindicalizadas.

—Es lo de menos: las reubicamos a Catastro, Recursos Humanos, Secretaría de Gobierno… Las dejamos como secretarias o cajeras. El chiste es que de veras reditúe lo que les pagamos. Y las que están por contrato… que terminando se vayan.

Esto que parece ficción es, en realidad, algo que sucedió hace tiempo. Aunque comprendo la torturada situación de los gobiernos municipales en México, afectados debido a los escasos recursos propios de los que pueden allegarse y la poca ayuda que reciben de las instancias estatal y federal, también levanto la voz por la necesidad de que la lectura, la educación y la cultura que ofrecen las bibliotecas públicas pueda continuar vigente y más activa.

Me veo tentado a dar la razón a las administraciones municipales si consideramos que el modelo dominante de biblioteca pública en nuestro país ha sido, lamentablemente, el de un repositorio físico “aletargado”, mero depósito al que custodia una persona que se limita a cumplir un horario.

Por supuesto que no debemos tener bibliotecarias o bibliotecarios así. La dinámica de las bibliotecas es la que le imprimen sus titulares y resulta injusto, tanto para la sociedad como para los gobernantes en ella, que los sistemas de bibliotecas se estacionen en la queja de que no hay recursos, cuando tampoco ellos salen de su marasmo y dan resultados provechosos y considerables.

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