

Sigifredo Noriega Barceló.
El día 2 de noviembre conmemora a los fieles difuntos de todos los tiempos. La creatividad de los vivos para conmemorar a los muertos, expresa el deseo de vivir eternamente.
“El que coma de este pan vivirá para siempre y yo lo resucitaré el último día”.
Juan 6, 51-58
¿Se acabaron los obituarios? ¿Podemos esconder la realidad de la muerte? Hace unos días leí en un periódico un obituario donde estaba el nombre de personas y el día de su fallecimiento; hacía tiempo que no me topaba con el listado de quienes fallecían todos los días. Hasta el uso de la palabra parece esconder la realidad de la muerte, pero ¿podemos esconderla? Quizá podamos hacerlo, sin embargo, la evidencia de los cortejos fúnebres y los cementerios nos delatan.
Vemos la muerte de frente cuando toca a la puerta de nuestra casa y de nuestros seres queridos; los sentimientos y las preguntas hacen presencia, mueven los cimientos de la vida y nos presionan a buscar respuestas a las cuestiones del sentido de vivir y morir con dignidad. La forma de responder puede variar de acuerdo a la cercanía y la distancia con las personas; es muy diferente la respuesta cuando hay fe en Cristo o hay indiferencia. El hecho de hacer la señal de la cruz en quienes viven o mueren y poner una cruz sobre el sepulcro es un mensaje de esperanza.
El día 2 de noviembre conmemora a los fieles difuntos de todos los tiempos. La creatividad de los vivos para conmemorar a los muertos, expresa el deseo de vivir eternamente; flores, coronas, luces, velas, música… fiesta, lo gritan con fuerza. Son visibles también los intentos de ‘hacer ganancia’ de todo lo que rodea este día. La cultura heredada y sus nuevas modalidades han contribuido a debilitar el sentido original y, en muchos casos, a desvirtuar el sentido cristiano de la conmemoración.
En esta ocasión la conmemoración coincidió con el día domingo. Es muy buena oportunidad para recuperar y/o renovar el sentido cristiano de la muerte y la esperanza en la resurrección. El mensaje central es la VIDA ETERNA y la promesa de Dios y esperanza nuestra: VIVIREMOS PARA SIEMPRE. Dejemos que la riqueza de la Palabra que la Iglesia escucha y proclama este día lo diga con viva esperanza:
* Los que duermen en el polvo, despertarán.
* Tenemos en el cielo una morada eterna.
* Si el grano de trigo muere, producirá mucho fruto.
o Los aceptó como un holocausto agradable.
o Estamos seguros de haber pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos.
o Vengan benditos de mi padre.
→ El Señor destruirá la muerte para siempre.
→ Estaremos con el Señor para siempre.
→ El que coma de este pan vivirá para siempre y yo lo resucitaré el último día.
Nuestra Iglesia proclama que Cristo ha vencido la muerte y, si nosotros creemos y vivimos con Él y en Él, también viviremos eternamente con Él. Morir con la dignidad de hijos es morir en la esperanza de la resurrección. Vivir con la dignidad de hijos y hermanos es ya vivir la resurrección en el tiempo. La misa exequial anticipa y celebra ya la Pascua eterna.
Que las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. AMÉN.