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Opinión

¡Qué templos! ¿Qué templos? XXXII

¡Qué templos! ¿Qué templos? XXXII

Sigifredo Noriega Barceló.

La comunidad cristiana ha ido evolucionando en el tiempo y aprovechando las diversas circunstancias para cumplir su misión.

Sigifredo Noriega
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12 de noviembre 2025

El Domingo pasado celebramos la dedicación (con mayúscula) de la Basílica de Letrán, la primera de entre todas las iglesias del mundo: la iglesia madre de todas las iglesias, erigida y dedicada el año 324 de nuestra era, apenas terminadas las persecuciones de los cristianos…

Es la primera catedral en antigüedad y dignidad, construida por el emperador Constantino… Sigue siendo hoy la catedral del Papa León XIV que habita en el monte Vaticano pero que tiene su sede, como todo obispo, en un lugar determinado de su diócesis…  Recordemos que el Papa es el obispo de Roma y, al mismo tiempo, principio de unidad visible para toda la Iglesia.

¡Cuánta historia! ¡Cuántas historias personales, familiares, comunitarias! En efecto, la comunidad cristiana ha ido evolucionando en el tiempo y aprovechando las diversas circunstancias para cumplir su misión… En los primeros siglos no había templos para la reunión de los fieles; éstos se reunían en casas y catacumbas… Las historias que se conservan en narraciones populares describen cómo los creyentes en Jesucristo buscaban maneras de alimentar y cultivar su fe en Él, en cuevas, hogares, cementerios, al aire libre… Todavía los templos no existían, como los conocemos hoy en día.

Las lecturas propias de ese día nos invitan a considerar la necesidad y la razón de ser de los templos, ayer y hoy. Al mirar los pueblos y ciudades de siglos pasados vemos que muchos -en el occidente cristiano- plasmaron su fe y misión, con especial arte y maestría, en la construcción de santuarios, catedrales, basílicas, templos, capillas, ermitas… de acuerdo a lo que se quería manifestar y lograr en el ámbito de la fe y de la tradición.

No hay duda que se logró en su momento y se comunicó a las generaciones futuras…

Son huellas y expresiones exquisitas de fe, identidad, cultura, unidad, misión… Nuestro presente no se explica sin la admiración, expresión y gratitud a quienes hicieron de esta confesión de fe, la historia de la Iglesia local y universal. ¡Cómo disfrutamos los templos y catedrales, símbolo y profecía de lo que la Iglesia es y está llamada a ser!

También, la palabra que hemos escuchado es una invitación a volver al sentido original del templo que es Jesucristo, y de los templos vivos que construimos los cristianos.

El texto evangélico nos invita a revisar el hoy de nuestros templos y nos lanza a recuperar su verdadera razón de ser: espacio especial de la presencia providente Dios y lugar de encuentro de los hijos de Dios, casa de oración y espacio motriz en la construcción de la comunidad. Nada que ver con un mercado donde se compra y se vende la salvación con los servicios ofrecidos y pedidos.

Necesitamos de templos materiales y más de templos vivos, presentes en todas las calles, colinas y montes de nuestra geografía. También necesitamos purificar y mejorar los servicios que se ofrecen en torno a nuestros templos.

Con mi bendición desde el templo santo de Dios.

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