Ojo por ojo y el mundo acabará ciego

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Somos los que combatimos a las insidias con otras insidias, los que podemos buscar dónde está el pleito sólo para agrandarlo.

Con suficiente razón se preguntaba en un poema Neruda “si las ranas se vigilan y se estornudan, si se susurran en las charcas contra las ranas ilegales… si los pájaros tienen pájaros enemigos y si el toro escucha a los bueyes antes de verse con la vaca”.

Es decir, si los animales son también grilleros, insidiosos y malaleche como nos, las y los humanos.

Es decir, si los animales son también seres que atacan por el gozo de atacar; que hieren por el gozo de herir; que, como el sutil Yago, también tienden trampas no para alimentarse, como dicta el instinto, sino para gozarse desde un siniestro anonimato.

Parecía replicar Neruda ese discurso del lobo de Gubbia que nos presentó Darío: que no era por hambre que iban a cazar.

Lo vemos ahora con un Samuel García que defiende a su esposa Mariana del ataque de Vicente Fox con otro ataque.

Así vuelve a confirmarse que somos los humanos ésos que podemos oponernos a la violencia… violentamente.

Somos los que combatimos a las insidias con otras insidias, los que podemos buscar dónde está el pleito sólo para agrandarlo.

Criticamos a las demás personas como si de veras nos concentráramos diariamente en acabar con nuestros excesos y nuestros defectos.

En medio de una cafetería, una persona reveló a sus cercanos cómo en su lugar de trabajo vive “a la defensiva”, debido a tantas grillas de sus compañeras y compañeros de trabajo. Alguien sentado en la mesa contigua deslizó: “¿Ya ven? En todos lados es igual”.

Lo peor es que, así como vemos que quien está grillando no está trabajando, también podemos percibir que quien está defendiéndose de esas grillas tampoco está siendo productivo.

“Ojo por ojo y el mundo acabará ciego” dijo Gandhi. La visceralidad de los rencorosos puede acabar con todo lo que se plante enfrente; y en ese todo van también muchas posibilidades de crecimiento.

Nuestras banderas serán siempre mejores que nuestras intenciones. Eso es porque nuestras banderas son parte del discurso, siempre esmerado, siempre presentado como noble. Pero siempre serán los hechos, las acciones, los que actúen sobre la realidad. Y frente a esta realidad tan violenta que se nos planta un día sí y al otro también, lo peor que podemos hacer es responder con más violencia.

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