La metástasis de la rapiña en México

Jaime Santoyo Castro.
Jaime Santoyo Castro.

Lejos está quedando aquella imagen de los mexicanos trabajadores, responsables, y honestos a carta cabal que brilló en la era de nuestros padres.

No tengo un dato que señale en qué lugar iniciaron los actos de rapiña en nuestro país, pero lo que sí tengo es la certeza de que ésta se ha extendido, permítaseme decirlo así, por todos los vasos sanguíneos del territorio nacional, particularmente en las carreteras y caminos, con un resultado fatídico para el transporte de mercancías, pero más que eso, con un severo daño a la imagen de los mexicanos en el exterior, que poco a poco, por las acciones de unos cuantos, vamos adquiriendo fama de criminales y de corruptos.

Lejos está quedando aquella imagen de los mexicanos trabajadores, responsables, y honestos a carta cabal que brilló en la era de nuestros padres, pues pareciera que nos hemos acostumbrado a la maldad.

Recientemente lo vimos en Acapulco, pero no es algo nuevo; desde hace tiempo lo venimos observando en muchas partes del país. Cada vez que hay un accidente carretero, particularmente donde intervienen camiones de carga, vemos que llegan como buitres cantidad de personas a cargar con lo que pueden, en lugar de auxiliar a los accidentados, y la autoridad no hace presencia hasta que ya no hay nada que hacer. En muchas ocasiones son familias enteras; padres, hijos y nietos los actores de la rapiña, como si estuvieran mandando el mensaje de que irremisiblemente la actividad criminal se va imponiendo sobre la ley, el orden, la justicia y la vida armónica, inoculando en las generaciones jóvenes la preferencia del desorden y la actividad criminal sobre el respeto a los demás y a los derechos de los demás.

El Centro de Inteligencia para la Cadena de Suministro de Sensitech, informó que el año pasado el robo al transporte de carga en México siguió considerándose como un riesgo severo para el sector, pues en el primer trimestre se presentaron 4497 casos, en el segundo 4722, para el tercero fueron 4958 y al final del año, durante el cuarto trimestre, los casos ascendieron a 5699; es decir, 19,876 casos en el año, estadística que coloca a México como el país con mayor incidencia en el Continente, superando a Brasil que contabilizó 16,207 casos en el año.

La tendencia confirma la regla; cada vez más los transportistas padecen múltiples acechos a lo largo de sus trayectos, de personas que van tras de las mercancías y de los transportes, lo que en la mayoría de los casos, cuando están en tránsito, causan la retención de los operadores y cada vez se vuelven más inseguros los lugares de aparcamiento, pues ya no encuentran lugares seguros. Otro caso, que es muy lamentable, es cuando sufren accidentes, pues ahí se ve la acción espontánea de la gente de los alrededores, cuya actividad habitual no es criminal, pero que aprovechan la oportunidad haciendo a un lado la solidaridad que antes solía aparecer para ayudar al accidentado.

Hay lugares recurrentes, y conductas delictivas recurrentes, que bien merecen atención por parte de las autoridades, si es que no queremos heredar a nuestros hijos y nietos un país devastado y carcomido por el cáncer de la criminalidad. En Zacatecas capital, por ejemplo, estos casos de rapiña se observan a lo largo del libramiento y a lo largo de las vías del tren que cruzan la ciudad, y aunque las oficinas de las policías todas están cerca, no se hacen presentes, como si aprobaran el saqueo. Las fotos y videos de los actos de rapiña dan cuenta al mundo de nuestra miseria.

Es tiempo para detener esa metástasis. Podemos aún recuperar nuestro sitio, de un país solidario, humanista, respetuoso, laborioso, y honrado; el país que recibimos de nuestros ancestros. ¡¡Aún es tiempo!!




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