Un nuevo laicismo en México: La moneda está en el aire (II)

Gerardo Luna Tumoine.
Gerardo Luna Tumoine.

Analizaré como indicadores de laicismo subjetivo los datos de la encuesta Encreer (2016) sobre opinión religiosa y espacio público.

El laicismo subjetivo de México

El laicismo no sólo se logra a través de leyes e instituciones, sino sobre todo con la racionalización de la moral (Willaime 1996). La pérdida de plausibilidad de lo religioso fue denominada por Peter Berger (1967) como secularismo subjetivo. Analizaré como indicadores de laicismo subjetivo los datos de la encuesta Encreer (2016) sobre opinión religiosa y espacio público (ver Hernández, Gutiérrez Zúñiga y De la Torre 2016).

La mayoría de los mexicanos (90.4%) reconoce valores pluralistas al estar de acuerdo en que los miembros de cualquier culto religioso deben tener los mismos derechos de ciudadanía que otorga el estado. Este es un derecho humano fundamental presente en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La mayoría se orienta por un laicismo subjetivo, ya que se opone a los proyectos de confesionalización del espacio público y aprueba un estado laico que contemple leyes que regulen la injerencia y acción directa de la religión en el campo político. En el ranking de aceptación de principios laicos: el 88% desaprueba que los candidatos a cargos públicos utilicen símbolos religiosos para ganar votos; el 79,5% acepta la introducción de enseñanzas sobre sexualidad en las escuelas públicas; el 75,3% rechaza el rechazo a que las religiones participen abiertamente en la política electoral; 70. el 7% está de acuerdo con la inclusión de contenidos de género en los libros escolares; el 71,7% admite el derecho de las parejas homosexuales a adoptar hijos; el 67,9% se opone a que las iglesias sean propietarias de medios de comunicación; 65,2% que dice estar de acuerdo con la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo; el 62% simpatiza con que el aborto no esté penado por la ley; y más de la mitad (56.4%) de los mexicanos aprueba las leyes que exigen que las iglesias presenten informes fiscales a la Secretaría de Hacienda.

Los datos revelan un alto grado de laicismo subjetivo. Los mexicanos han incorporado la conveniencia del principio de separación Iglesia-Estado, del valor ciudadano de la diversidad religiosa y mantienen una visión de moralidad laica que contrasta con la que asumen los movimientos cristianos conservadores respecto a las libertades sexuales y la ideología de género que se enseña en las escuelas. Un único punto en contra de la laicidad estatal es el hecho de que casi dos tercios (60,6%) están de acuerdo con que los contenidos o valores religiosos que se enseñan en las escuelas públicas contravengan la laicidad escolar. Este es un tema delicado porque el espacio escolar es crucial para la aceptación de la diversidad religiosa de los niños, y aunque es una escuela laica, la celebración de tradiciones (como el altar de muertos o la navidad) tienen raíces religiosas y pueden excluir otras minorías (Gutiérrez Zúñiga 2020). Al mismo tiempo, es un campo en tensión por parte de los conservadores que reclaman constantemente el derecho de los padres a educar a sus hijos y no del Estado. Esto se vuelve tenso cuando se incluyen contenidos de educación sexual en las escuelas primarias.

En la mayoría de los casos, las opiniones de la encuesta contradicen las posiciones de los movimientos cristianos anti-género y pro-vida. También rechaza la injerencia de las religiones en la política, como la fundación de un partido político evangélico, el Partido Encuentro Social (PES) creado para defender los valores familiares, que se alió con el partido MORENA que llevó a la presidencia a Andrés Manuel López Obrador.

Las afiliaciones religiosas establecen algunas diferencias significativas en sus posiciones sobre el laicismo, así como en aquellos temas en los que existe un consenso compartido. En términos generales, los católicos son más liberales en temas sexuales (en un 20%) que los cristianos evangélicos y paraprotestantes, quienes tienden a ser intransigentes en temas relacionados con la sexualidad. Los no religiosos (no afiliados) en su mayoría rechazan la incidencia de la religión en espacios públicos como la política electoral y las escuelas públicas. Los evangélicos son más complacientes en este tema que el resto.

La demanda actual de libertad religiosa

Desde la década de 1990 ha habido presiones de grupos cristianos neoconservadores (principalmente católicos con nuevas alianzas con evangélicos) para incluir contenido religioso en las escuelas, libertad de conciencia en el cuidado de la salud, autorizar a las asociaciones religiosas a ser dueñas de los medios y permitir que los pastores se presenten como candidatos políticos. En el fondo, estas acciones se han intensificado y han generado alianzas del ala conservadora cristiana para combatir los avances de los movimientos feministas que exigen la despenalización del aborto y LGBTI+ que lograron legislar el matrimonio y el derecho a la adopción entre parejas del mismo sexo.

Las acciones antilaicistas están abanderadas por la reivindicación de la libertad religiosa que recurre a un uso instrumental de los derechos humanos, lo que Juan Vaggione (2005) ha llamado “laicismo estratégico”, que retoma los argumentos de los tratados internacionales de derechos humanos correspondientes al tema de libertad religiosa y ubica los rezagos de cada país para el cumplimiento de dichos tratados.

Desde 2006, ha habido varios proyectos encaminados a reformar el artículo 24 de la Constitución, que establece la “libertad de creencias” (Barranco 2006) y busca sustituirlo por el término “libertad religiosa”. Esta iniciativa defiende que la libertad religiosa no debe tener más límites que los derechos de terceros y el bien común. De aprobarse la ley, se pondría al Estado al servicio de las asociaciones religiosas y se debilitaría por completo el principio de separación de Iglesia y Estado. Se permitiría la objeción de conciencia para no obedecer las leyes. Se introduciría como libertades el activismo político de las iglesias, se permitiría la posesión de medios de comunicación masiva, se establecerían clases de religión en las escuelas públicas (que serían financiadas con el presupuesto del Estado), las iglesias podrían colaborar en programas sociales mezclando el proselitismo con las actividades sociales del estado, a fin de reforzar el corporativismo político religioso. Las asociaciones religiosas establecerían capellanías en los hospitales y el Ejército. Y para poner la guinda al pastel, el Estado tendría el deber de financiar las asociaciones religiosas.

El desafío de un laicismo moderno

El actual presidente Andrés Manuel López Obrador ha contravenido la tradición jacobina con una política bíblica constante en sus declaraciones públicas diarias (los discursos matutinos). El mandatario, siguiendo el ejemplo de otros presidentes latinoamericanos, trató de conseguir el apoyo clientelar de sectores evangélicos, pero su fuerza en México es muy débil. Aunque intentó una política de colaboración con los evangélicos, su relación con sectores católicos fue nula. En junio de 2022, ante la inseguridad provocada por una fallida política para contener la violencia del crimen organizado y ante el injusto asesinato de dos sacerdotes, la Conferencia Episcopal Mexicana lanzó una campaña nacional por la pacificación en México que fomenta la oración, el registro de personas desaparecidas , y exigiendo un cambio en la política nacional.

A finales de la década de 1990, México promovió un laicismo separatista que restringió la libertad de asociación religiosa. En la actualidad vivimos un umbral de cambio hacia una nueva laicidad que, según Baubérot (2007), debe mantener el equilibrio de un triángulo equilátero que integre (1) la separación de esferas, (2) la implantación de una cultura pluralista de el respeto y la igualdad de las minorías religiosas, y (3) las libertades individuales de conciencia, que incluyen tanto las libertades religiosas como las de las personas con demandas que contravienen la moral cristiana. La actual situación de tensión con la Iglesia Católica podría ser una reversión del pasado anticlerical o un impulso a la colaboración entre Estado e Iglesia. La moneda está en el aire.

Agradezco a mi homologa y amiga Dra. Renné de la Torre el haberme enviado esta reseña de la historia de la religión en México.

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