Ética, base de la felicidad
La enseñanza de hoy en día está enfocada fundamentalmente hacia el desarrollo de la mente, dejando de lado los valores.
La educación debe abordar equilibradamente el desarrollo mental y moral de las personas. El sistema de educación actual carece del componente ético, ingrediente básico, para alcanzar la felicidad. En la educación moderna no hay ética, hay mucha gente que concuerda en esto. Porque la enseñanza de hoy en día está enfocada fundamentalmente hacia el desarrollo de la mente, dejando de lado los valores.
Esto a propósito del inicio de un ciclo escolar más y con la polémica de los libros de texto en la educación básica en nuestro país. El desarrollo del cerebro tiene que ir acompañado por un desarrollo de la calidez de nuestro corazón, se puede obtener a través del nacimiento de un sentido de responsabilidad respecto al bienestar de toda la comunidad. No puede tener su origen en reglas ni mandatos, sino en una concientización del deber hacia el prójimo con un gran ingrediente de compasión. La misma ciencia dice que para tener un buen desarrollo físico y mental es importante el afecto por el ser humano.
Para llegar a la meta de la realización intelectual a través del estudio, no se requiere necesariamente tener una fe religiosa, sino que también puede basarse en valores humanos, de una manera secular, porque si dependiera de una creencia, habría que definir aquel al que debiera circunscribirse la ética moral. Y sabemos de gente que no tiene una fe religiosa y, sin embargo, son muy buenas personas.
Las instituciones educacionales deben de promover el desarrollo en equilibrio de las dos facetas del ser humano, intelectuales y éticos. Sin embargo, no hay un plan concreto para poder llevar a cabo todos los objetivos. En la actualidad nuestros sistemas educativos están orientados principalmente hacia los valores materiales y la formación de la comprensión. Pero la realidad nos enseña que no llegamos a razonar únicamente mediante la comprensión. Deberíamos poner mayor énfasis en los valores internos.
La intolerancia conduce al odio y la división. Nuestros hijos deben crecer con la idea de que el diálogo, no la violencia, es la mejor y más práctica forma de resolver conflictos. Las generaciones jóvenes tienen la gran responsabilidad de garantizar que el mundo se convierta en un lugar más pacífico para todos. Pero esto puede convertirse en realidad solo si educamos, no solo al cerebro, sino también al corazón. Los sistemas educativos del futuro deben poner mayor énfasis en el fortalecimiento de las capacidades humanas, como la calidez, el sentido de unidad, la humanidad y el amor.
Más allá de un libro de texto, están tus valores, tus actos que proceden de tus emociones y pensamientos que dan coherencia a un orden ético.