

Rafael Sánchez Andrade.
Con este propósito, se propone una consulta educativa prospectiva que recabe percepciones y visiones de futuro de los principales actores del bachillerato.
El bachillerato mexicano enfrenta una etapa crucial. Su mejora requiere abrir espacios de diálogo, reflexión y escucha activa para comprender qué esperan, viven y necesitan los jóvenes, los docentes y los directivos. Para replantear los modelos educativos, es esencial atender con sensibilidad las voces de las comunidades escolares.
Con este propósito, se propone una consulta educativa prospectiva que recabe percepciones y visiones de futuro de los principales actores del bachillerato. Más allá de generar datos, la consulta busca promover la participación, la reflexión colectiva y la construcción compartida de un nuevo rumbo educativo. Su relevancia radica tanto en los hallazgos que aportará como en el ejercicio de diálogo y corresponsabilidad que detonará en los planteles.
El bachillerato debe dejar de concebirse como un espacio limitado a la transmisión de contenidos para convertirse en una experiencia integral de aprendizaje y formación ciudadana. Es necesario fortalecer su sentido humanista, ético y social, promoviendo una enseñanza que conecte con la realidad, la comunidad y las aspiraciones de los estudiantes. Una educación media superior pertinente debe impulsar el pensamiento crítico, la creatividad, la colaboración y el compromiso con el entorno.
Los docentes son actores clave en la renovación educativa. Su labor requiere respaldo institucional y oportunidades de actualización que les permitan innovar con metodologías activas y flexibles. La formación docente debe fortalecer el trabajo colegiado y el uso ético de la tecnología para favorecer un aprendizaje significativo y crítico.
Los directivos deben conducir el proceso de mejora con liderazgo motivador, visión estratégica y apertura a la innovación. La planeación escolar debe integrar escenarios de futuro, fomentar la inteligencia colectiva y construir alianzas con el entorno social y productivo. La participación compartida en la toma de decisiones consolidará comunidades de aprendizaje orientadas al bien común.
El compromiso con la inclusión implica asegurar que ningún estudiante quede fuera por razones económicas, sociales o personales. Las escuelas deben generar ambientes seguros y empáticos, donde la diversidad se reconozca como fuente de aprendizaje, respeto y cohesión. La permanencia escolar requiere estrategias que vinculen el acompañamiento académico con la atención socioemocional y la orientación vocacional.
Propuestas de acción:
El bachillerato mexicano tiene la oportunidad de transformarse a partir de su propia comunidad. Escuchar y transformar significa reconocer que la mejora educativa inicia con la participación activa de quienes enseñan, aprenden y dirigen. Solo mediante este compromiso colectivo podrá construirse una educación media superior inclusiva, pertinente y con visión de futuro.