El fin glorioso

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

La fiesta de la Ascensión del Señor nos encuentra haciendo los preparativos para salir de casa. Paseamos la mirada hacia el futuro próximo y tratamos de (re)crear la ‘nueva normalidad’. Llama la atención que cuando estamos en la cúspide de la pandemia recibimos la invitación a prepararnos para volver a la vida ordinaria. ¿Sucede lo … Leer más

La fiesta de la Ascensión del Señor nos encuentra haciendo los preparativos para salir de casa. Paseamos la mirada hacia el futuro próximo y tratamos de (re)crear la ‘nueva normalidad’. Llama la atención que cuando estamos en la cúspide de la pandemia recibimos la invitación a prepararnos para volver a la vida ordinaria. ¿Sucede lo mismo en la experiencia de los discípulos en la Ascensión del Señor?

La experiencia que hemos y estamos viviendo ha sido difícil en muchos sentidos. Llenar los días con algo constructivo ha ocupado horas y más horas. ‘Matar el tiempo’ ha sido, quizás, un pasatiempo buscado y sugerido. Replantear la vida con todo lo que encierra, ha tenido sus momentos íntimos. Vivir sin perspectivas, sin sentido, con miedo, es un agobio que desanima y pone una loza muy pesada sobre las espaldas de cualquiera. Cada quien sabe qué tan lejos ha llegado en sus silenciosas meditaciones. ¿Hemos madurado como personas, como familia, como Iglesia?

Cristo aparece triunfante y glorioso en la celebración de este día. El misterio-acontecimiento de la Ascensión es descrito con símbolos de victoria: la nube, las alturas, el ascender, la gloria… Antes describe también el cumplimiento de su misión, asumida y vivida con valentía y generosidad. El Cristo de Belén, muerto en el monte Calvario por nuestros pecados, es exaltado, elevado a los cielos, sentado a la derecha del Padre.

Mateo sitúa el acontecimiento en Galilea, lugar de encrucijada de los caminos, lugar del inicio del llamado y de la misericordia… Jesús retorna al Padre después de haber recorrido con los hombres las encrucijadas de la vida… La Ascensión del Señor despierta en nosotros la esperanza del cielo nuevo y la tierra nueva; nos manifiesta la belleza y grandiosidad de ese cielo y nos encomienda la misión de construirlo ya desde ahora en la tierra y sus encrucijadas. El “yo estaré con ustedes todos los días”, nos da inmensa confianza. La Ascensión es la presencia permanente del Resucitado en/con nosotros. “

Le pido a Dios que les ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza a la que han sido llamados y cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos”, dice Pablo a los discípulos que vivimos en medio de la pandemia. Todo un proyecto de vida. Aceptar y asumir la misión encomendada es estar ya en camino hacia un fin glorioso.

Algunos ‘vacilaron’ en aquel tiempo y muchos en el nuestro. Jesús se va sin que el proceso de fe de los discípulos esté terminado. Confía en los suyos y en la misión que les encomienda. Es el inicio del tiempo de la Iglesia, del tiempo de nosotros bautizados. ¡Qué gran desafío! Vayamos a donde están los que se están jugando el sentido del presente y del futuro. ¿Nos apuntamos? ¿Nos quedamos mirando al cielo? La compañía de Dios es el hombre y la compañía del hombre es Dios, hasta el final de los tiempos. ¡Ven, Espíritu Santo!

Los abrazo y los bendigo.

*Obispo de Zacatecas




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