Cireneos “Covid”

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

Volver a la escuela en tiempos Covid implica una serie de cruces nunca imaginadas. Está siendo un reto mayúsculo para alumnos y maestros, padres de familia, autoridades… para todos los que transitamos por las calles, callejones y avenidas desconcertantes e inciertas del año 2020. Esperamos salir victoriosos, con los aprendizajes de la sabiduría de la … Leer más

Volver a la escuela en tiempos Covid implica una serie de cruces nunca imaginadas. Está siendo un reto mayúsculo para alumnos y maestros, padres de familia, autoridades… para todos los que transitamos por las calles, callejones y avenidas desconcertantes e inciertas del año 2020. Esperamos salir victoriosos, con los aprendizajes de la sabiduría de la cruz.

El domingo antepasado Pedro hizo afirmaciones que le superaban y comprometían seriamente su futuro. ¿Sabría lo que decía al confesar su fe en Jesús, Mesías e Hijo de Dios? Hay expresiones impactantes que, de pronto, pueden ocultar lo que hay detrás. Es necesario desmenuzar su contenido para vislumbrar el horizonte y acatar las implicaciones. Pedro tuvo que ir aceptando que Jesús le abriera los ojos para que ‘viera’ bien lo que decía… y lo que le esperaba. Había pronunciado las grandes palabras; ahora tiene que ‘aprender la letra pequeña’.

Al principio le parecía impensable que subir a Jerusalén (era galileo), padecer, ser entregado y morir entraran en el ‘paquete’ de su confesión de fe. No comprendía que aceptar a Jesús y lo de Jesús tenía algo que ver con la cruz. “Otro te llevará a donde no quieras ir…” va a resonar en su memoria cuando vea clavos y experimente el martilleo del seguimiento. Mientras tanto tendrá que ir aprendiendo a mirar más allá de las cruces, clavos y martillos. ¡Qué largo es el camino de aprendizaje del discípulo!
“El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga”, afirma con contundencia Jesús. Ve el horizonte y mira con compasión a quienes deciden seguirlo. Su invitación pudiera sonar (a los oídos de nuestros contemporáneos) fuera de tiempo, atrevida, sin mercado… Sin embargo, tomarla ‘al 100’ es indispensable para vivir plenamente.

Se trata de aceptar la vida de cada día (decisiones, personas, acontecimientos, virus, sueños, aulas virtuales…) y vivirla desde la perspectiva de Jesús. Pablo, años después, enseñará a los cristianos de Filipo que “tengan los mismos sentimientos de Cristo” en toda circunstancia. La cruz es el signo supremo del amor de Dios. Tomarla es aceptar sus consecuencias, dejar de ser el centro y apostarlo todo en su seguimiento.

“¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida?”. El fruto grande de la vida está en aceptar, asumir y vivir de acuerdo con la cruz redentora de Cristo. Elegir otro camino sería condenar la vida a la esterilidad egoísta del no-amor. Sabemos bien las consecuencias engañosas, destructoras, fatales, de la autorreferencialidad.

Vamos a necesitar muchos cireneos que nos ayuden a cargar la cruz durante el nuevo ciclo escolar. Nosotros podemos ser cireneos audaces, generosos, solidarios para muchas personas que se caen y quedan tiradas en las cunetas del camino. En muchas ocasiones la vida que anuncia el ciclo escolar no es lo que uno quisiera. Encontrar cireneos o ser estas personas que acompañan a otros en sus viacrucis puede ser la diferencia. ¿Nos sumamos?
Con mi afecto y bendición al terminar un mes de agosto inesperado.

*Obispo de Zacatecas




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