La enfermedad del siglo 21
Los principales factores de riesgo siguen siendo tener peso no saludable, dieta demasiado rica en carne y azúcar y no suficiente en frutas, verduras y fibra.
“La diabetes es la enfermedad definitoria del siglo XXI”, escribió en alguna editorial la revista científica británica The Lancet a mediados de 2023 y, desde entonces advertía: “El mundo no ha entendido la naturaleza social de la diabetes y ha subestimado su verdadera escala y la amenaza que representa”. El número de personas con diabetes está aumentando drásticamente en todo el mundo. Para 2050, se espera que más de 1300 millones de personas padezcan esta enfermedad, que afecta la calidad de vida, exacerba muchas otras dolencias y causa altas tasas de mortalidad.
Las estimaciones contenidas en artículos de esta y otras revistas especializadas detallan cómo las desigualdades persistentes en el acceso al tratamiento y las condiciones de vida favorables están empeorando la carga de la diabetes en los países de bajos ingresos y entre las minorías de altos ingresos.
La progresión de la diabetes se está acelerando, con 529 millones de personas que la padecieron en 2021, según los modelos desarrollados por expertos recogidos en el Global Burden of Disease por el Institute for Health Metrics and Evaluation, con sede en Seattle, Washington. La prevalencia de esta patología, es decir, la proporción de pacientes en una población y momento determinados ha aumentado del 3.2% en 1990 al 6.1% en 2021 y se espera que alcance casi el 10% en 2050. Esto se debe al próximo aumento del número de personas que padecen obesidad y sobrepeso, pero también a la inseguridad alimentaria en el sentido más amplio, así como al envejecimiento de la población en la segunda mitad de esta centuria. Y si todos los países del mundo se ven afectados por esta tendencia al alza, para 2045, más de tres cuartas partes de los adultos con diabetes vivirán en regiones del mundo con bajos ingresos.
Abrumadoramente, casi todos (96%) los casos de diabetes reportados en todo el mundo hoy en día son del que aparece principalmente en personas mayores de 40 años, ligado a la falta de actividad física, a una dieta desfavorable y en personas genéticamente predispuestas a esta patología. Pero esta diabetes también se desarrolla cada vez con mayor incidencia en personas menores de 19 años. Las primeras señales llegaron desde Norteamérica (México y Estados Unidos), donde la prevalencia en esta población se ha duplicado en las últimas dos décadas.
Si bien tener dos padres diabéticos te da una posibilidad de más de 5 entre 10 de desarrollar la enfermedad, los principales factores de riesgo siguen siendo tener peso no saludable, dieta demasiado rica en carne y azúcar y no suficiente en frutas, verduras y fibra, habitar en un medio ambiente contaminado, consumir alcohol (incluso en pequeñas cantidades) y muy poca actividad física.
La diabetes de tipo 1, que afecta especialmente a los jóvenes (niños, adolescentes y adultos jóvenes), es una enfermedad autoinmune más rara pero también en aumento. En México, afecta a más de 6 mil personas cada año, con un aumento del 5% anual en los últimos diez años. La diabetes gestacional y la hiperglucemia durante el embarazo se suman a la carga mundial, con más de veinte millones de mujeres afectadas en todo el mundo, incluidas siete millones en el sudeste asiático según las cifras de estimaciones del 2021.
El racismo estructural y las desigualdades geográficas conducen a consecuencias clínicas relacionadas con la diabetes. Estas desigualdades se notan mucho en América del Norte donde, por ejemplo, la diabetes le cuesta a la sociedad estadounidense 330 mil millones de dólares cada año. La prevalencia de esta enfermedad es más alta entre los migrantes hispanoamericanos y sus descendientes (22.1% de los mayores de 20 años), en comparación con el 12% entre los blancos de las mismas comunidades. Estas poblaciones también son mucho más propensas a las complicaciones relacionadas con la diabetes, como la retinopatía diabética y la ceguera, y corren más riesgo de amputación en caso de úlceras en los pies. Como resultado de estas desigualdades en cascada, las muertes debidas a la diabetes representaron, por ejemplo, una cifra del doble de las muertes, en comparación con las sucedidas en la población blanca.
Para resolver estas desigualdades y discriminaciones sociales y geográficas, los investigadores de los estudios de The Lancet insistían hace un año en la importancia de que las políticas públicas actúen tanto en el diagnóstico y la atención, como en el acceso a una alimentación saludable, a la vivienda, a la prevención, etc. Tenemos que dejar de mirar el problema y abordar su solución o se pondrá en peligro la salud de las generaciones actuales y futuras.
La comunidad internacional se ha fijado el objetivo de reducir la prevalencia de las enfermedades no transmisibles, incluida la diabetes, en un 30% para 2030, como uno de sus “Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Será necesaria una acción a gran escala para tener la esperanza de acercarnos a esa meta.