Deudas, hambre e ira en la cuna del ébola

MELIANDOU, GUINEA.- Cuando Emile Ouamouno, de dos años, le surgió una fiebre, comenzó a vomitar, a sangrar al defecar y falleció dos días después, sin que nadie supiera por qué. Y a nadie la inquietó demasiado tampoco. La vida es cruel en esta parte del mundo y la gente a menudo pierde a sus hijos … Leer más

MELIANDOU, GUINEA.- Cuando Emile Ouamouno, de dos años, le surgió una fiebre, comenzó a vomitar, a sangrar al defecar y falleció dos días después, sin que nadie supiera por qué.

Y a nadie la inquietó demasiado tampoco. La vida es cruel en esta parte del mundo y la gente a menudo pierde a sus hijos como consecuencia del cólera, malaria, sarampión, fiebre tifoidea, fiebre lassa y otras enfermedades que no tienen nombre.

Emile es considerado hoy por los investigadores como la primera persona que falleció en el nuevo brote de ébola, el 28 de diciembre del año pasado. Y Meliandou, un pequeño pueblo en una colina verdosa a la que se llega por un camino de tierra, es considerado la cuna del brote más feroz del virus de que se tenga noticias.

La gente del pueblo está hoy endeudada, estigmatizada, hambrienta y furiosa, muy suspicaz respecto a cómo llegó el mal que ha devastado las vidas de todos. Es una pregunta para la que los científicos todavía no tienen una respuesta segura. Muchos vinieron al pueblo a investigar la posibilidad de que simios y murciélagos hayan llevado la enfermedad.

El ébola, mientras tanto, ha dejado al abuelo de Emile, Kissy Dembadouno, de 85 años, sin esperanzas. Dembadouno cerró con llave la habitación de su casa donde falleció el pequeño.

“Ocho personas murieron en esa habitación. Hay que dejarla cerrada”, expresó. “Lo único que me queda es preguntarme por qué Dios me permite permanecer más días en la tierra”.

Imagen Zacatecas – AP




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