

Así nació Halloween | Foto: Cortesía
Entre la devoción medieval y las tradiciones populares, Halloween conserva vestigios de una historia milenaria que sigue fascinando a generaciones.
Cada 31 de octubre, las calles de barrios y ciudades en todo el mundo se llenan de brujas, superhéroes, vampiros, payasos terroríficos y toda clase de personajes que dan vida a la noche más oscura del año. Halloween, también conocida como la Noche de Brujas, es una de las celebraciones más populares de Estados Unidos, pero su alcance ha trascendido fronteras hasta convertirse en un fenómeno global.
Sin embargo, detrás de los disfraces y las calabazas talladas existe una historia milenaria que mezcla tradiciones paganas, ritos cristianos y adaptaciones culturales.
La palabra Halloween proviene de la expresión inglesa All Hallows’ Eve, que significa “Víspera de Todos los Santos”. En la tradición cristiana, el 1 de noviembre se celebra el Día de Todos los Santos, una fecha dedicada a honrar a los santos y mártires. Al día siguiente, el 2 de noviembre, tiene lugar el Día de las Almas o de los Fieles Difuntos, jornada en la que se reza por quienes han fallecido.
En la Inglaterra medieval, estas celebraciones eran conocidas como All Hallows, y su víspera —All Hallows’ Eve— fue transformándose con el paso del tiempo hasta convertirse en el actual Halloween.
El origen más antiguo de Halloween se remonta a hace más de 2.000 años, cuando los pueblos celtas celebraban el Samhain, un festival pagano que marcaba el final de la cosecha y el inicio del invierno.
De acuerdo con el profesor Joseph Nagy, del Departamento de Lenguas y Literatura Celta de la Universidad de Harvard, “lo que hoy conocemos como noviembre era, para los pueblos celtas, el tiempo designado para el fin de la cosecha y el comienzo del invierno”.
Los celtas creían que durante la noche del 31 de octubre, el velo que separaba el mundo de los vivos y el de los muertos se volvía más delgado, permitiendo a los espíritus regresar a la Tierra. Para protegerse, las comunidades encendían hogueras en las colinas y utilizaban máscaras o disfraces para pasar inadvertidos ante las almas errantes.

La tradición de ir de casa en casa tiene sus raíces en la práctica medieval conocida como “souling”. En Irlanda e Inglaterra, los más pobres —especialmente niños— pedían “pasteles del alma” a cambio de oraciones por los difuntos.
Con el tiempo, la costumbre se transformó: los niños comenzaron a cantar o interpretar pequeños trucos a cambio de comida o golosinas. Ya en el siglo XX, la tradición llegó a Estados Unidos, donde adoptó su versión moderna: el popular “trick or treat”, o “dulce o truco”.

Uno de los símbolos más representativos de Halloween es la Jack-o’-lantern, la calabaza tallada con rostro y una vela en su interior. Su origen proviene de una antigua leyenda irlandesa sobre Jack el Tacaño, un hombre condenado a vagar eternamente con un carbón encendido dentro de un nabo hueco para iluminar su camino.
En Irlanda y Escocia, originalmente se tallaban nabos o remolachas, pero al llegar a Estados Unidos, los inmigrantes descubrieron que las calabazas, abundantes y fáciles de trabajar, eran perfectas para mantener viva la tradición.

Durante el siglo XIX, los inmigrantes irlandeses y escoceses llevaron sus costumbres de Halloween a Estados Unidos, donde se fusionaron con elementos de otras culturas. Creencias provenientes del vudú haitiano y de tradiciones africanas —como la relación entre gatos negros, fuego y brujería— influyeron en la iconografía moderna de la festividad.
Con el paso del tiempo, Halloween se transformó en una celebración que combina rituales antiguos, tradiciones religiosas y cultura popular, uniendo lo macabro y lo lúdico en una sola noche.
Hoy, Halloween es una cita anual que mezcla historia, leyenda y entretenimiento. Más allá de los disfraces y los dulces, representa la evolución de una costumbre ancestral que ha sabido adaptarse a cada época y cultura, sin perder su esencia misteriosa ni su encanto.