
Ahora deben estar deleitando con sus taquitos a los ángeles en el cielo. | Fotos: Cortesía.
Don Raúl y don Tacho fueron buenos hombres, hermanos, esposos, padres y abuelos.
JALPA. – Esta semana fue muy triste y dejó a todos los jalpenses muy melancólicos, porque se nos fueron don Raúl y don Tacho Lozano Hernández, hermanos y hombres buenos, muy trabajadores y nobles.
Estos hermanos eran bien buenos para la cocina y les dieron muy ricos platillos a miles, durante casi 50 años.
Don Raúl y don Anastasio (Tacho para los amigos) eran dos hombres que dedicaron su vida a vender sus taquitos de cabeza y, con ello, lograron sacar a sus familias adelante.
Don Raúl hacía una salsa verde que nadie puede hacer; llegaba todas las tardes a la esquina de la placita de San Antonio y ahí se juntaban todos los clientes a los que les gustaba el sazón de don Raúl.
Con una bandejita alcanzaba a vender unos 100 tacos y sus salsas eran legendarias: hacía quebrada, de chiles serranos y sabrá Dios que más.
Lo cierto es que tocabas el cielo y el Infierno al comer esos taquitos, porque sabían riquísimo y te enchilabas con sus tacos.
Don Raúl decía que le encantaba vender sus tacos y platicar con los clientes, quienes esperaban los taquitos de sesos y carnita de cabeza; pero los que todo el mundo quería eran los de lengua con sus rabanitos y limón.
Siempre fue muy amable y los recibía con la pregunta de “¿Cuántos le vamos a servir jefe?”, en el caso de los hombres; y “a sus órdenes señorita,” para las mujeres.
Los tacos de don Raúl eran cotizados, y había que llegar temprano para comerlos, porque rápido se acababan, a veces en una hora no quedaba nada que vender.
Muchas veces, los taquitos de lengua llegaban ya pedidos, pues los comensales hablaban a su casa para pedir que les apartaran los taquitos y en otras, hasta pedían la lengua completa.
Para sus amigos, siempre guardaba un pedacito, si es que le quedaba algo al pasar las 9 de la noche; cuando ya se le acababa todo, solo decía “Ni Pepe, ya no hay joven”.
Otra de las curiosidades es que había gente que no le gustaba la carne y pedían sus taquitos de cebolla y cilantro con salsa y limón.
Sin duda Don Raúl, dejó un vacío, y un corazón lleno; pues muchos fueron los que tuvieron la oportunidad de convivir y disfrutar con él, le sobreviven su esposa Arelia Gómez, sus hijos Raúl, Eduardo, Lorena y Mónica.
Don Tacho Lozano Hernández, hermano de don Raúl, también se la rifaba con sus taquitos de cabeza. Por ello, dedicó 46 años de su vida a venderlos y también se hizo de fama entre los jalpenses y los viajeros de paso.
María, hija de este mago, juntó a sus hermanas y siguen el oficio de su padre, don Tacho. Dicen que es un modo de recordarlo, ellas venden sus taquitos frente a la frutería de Los Velazco, en el Barrio de San Antonio.
Ambas familias agradecen a todos los jalpenses que les mostraron sus condolencias por el fallecimiento de don Raúl y su hermano.
A don Tacho le sobreviven sus hijas Raquel, Carmen, Martha, Elva, Sofía, Lucía, María, Leticia y su hijo Ismael; por otro lado, Tomás hace poco tiempo también partió al más allá.
Don Raúl y don Tacho fueron buenos hombres, hermanos, esposos, padres y abuelos; además de buenos cocineros y ahora deben estar deleitando con sus taquitos a los ángeles en el cielo.