Mi delito… vivir para alcoholizarme

Historias de Lobos.
Historias de Lobos.

En la adolescencia se experimentan muchos cambios, tanto físicos como emocionales. A veces los jóvenes no tienen el apoyo adecuado y necesario para superar todos estos cambios, por lo que se ven fácilmente involucrados en situaciones en donde sus vidas están en grave riesgo. Ya sea por las adicciones, por las malas compañías o por … Leer más

En la adolescencia se experimentan muchos cambios, tanto físicos como emocionales. A veces los jóvenes no tienen el apoyo adecuado y necesario para superar todos estos cambios, por lo que se ven fácilmente involucrados en situaciones en donde sus vidas están en grave riesgo.

Ya sea por las adicciones, por las malas compañías o por ambas.

Esta historia es la de un joven que desde la edad de 11 años comenzó a ingerir bebidas embriagantes sin que su familia se diera cuenta. Su adolescencia transcurrió en estado de ebriedad hasta que la soledad y desesperación lo llevaron a intentar privarse de la vida.

Tenía 11 años

Fue la primera vez que tomé, mis jefes casi cada fin de semana se emborrachaban. Mi mamá se ponía mal y la verdad me daba mucha lástima verla toda borracha diciendo un montón de incoherencias y ofendiendo a todos.

A mí ni me pelaban, ni ellos ni mis hermanos. Me tocó la mala suerte de ser el más chico de seis.

Ese día mis jefes habían hecho carne asada y los dos se pusieron borrachos. Habían invitado a sus compadres y la reunión estuvo prolongada. Tenían las botellas en la cocina y me serví ron añejo con refresco.

De inmediato sentí como un calor me recorrió todo el cuerpo, la respiración se me hizo más lenta y me sentí muy relajado, como nunca.

Me acabé ese vaso y seguía jugando pero cada vez estaba más alegre y me sentía muy feliz. Ahí supe que el alcohol sería mi mejor amigo durante muchos años.

A escondidas

Nadie se daba cuenta de que yo tomaba. Al principio solo era en las frecuentes reuniones “familiares”. Como todo mundo se emborrachaba, nadie se daba cuenta de que yo estaba borracho también.

Me acuerdo que eso me causaba mucha diversión. Me sentía muy feliz y solo estaba esperando la hora de que fuera la siguiente reunión para sentirme bien. Así pasaron dos años. Vivíamos en un barrio y poco a poco me fui juntando con algunos compas de la cuadra.

Al principio como todos estábamos morros no sabían que yo “pisteaba”, pero cuando tenía como 14 años “me destapé”. Unos morros me invitaron una caguama y le entré.
Esa vez también me puse muy borracho con puras cervezas y para variar ni mis jefes, ni mis carnales se dieron cuenta.

Amistades

La verdad no se en que momento me hice alcohólico, sólo sé que me emborrachaba en cada reunión familiar, luego era cada tercer día, hasta que era diario. Para cuando cumplí 16 años las cosas ya estaban muy fuertes conmigo.

En esa época conocí a una chava que era más grande que yo y ya tenía su trabajo; la morra se enamoró de mí. Yo sé que me voy a escuchar muy mal, pero la neta yo nada más la usaba porque no sentía nada por ella.

Se aprovechaba de que a mí me gustaba el alcohol y yo dejaba que se aprovechara de mí. Con ella empecé a tener relaciones sexuales y fue muy loco todo eso, pero lo hacía a cambio de alcohol.

O sea, no lo negociábamos se daban las cosas y ella ya sabía que mientras comprara pisto de mejor clase, le iba mejor conmigo. Así que mis borracheras fueron con puro bueno, whisky del mejor y puro coñac; casi diario una botellita de Buchanans.

Lo descubrieron

Ni para que, ahí mis jefes ya me descubrieron. La verdad estaba muy morro para aguantar esas cantidades de alcohol y cada vez estaba peor, era demasiado.

A veces pienso que esta chava compraba adulterado porque me ponía demasiado mal y llegaba a mi casa en la madrugada, no sé cómo, porque no me acuerdo de nada.

Solo sé que ese día que mi jefa me descubrió porque me había orinado y defecado vestido en la cama de mi cuarto.

Mis jefes armaron semejante “pancho”y desde ahí fue a puro batallar para ellos porque yo no dejé a esta morra. Como la iba a dejar si era la que me suministraba de mi vicio.

Vivía para ella

Consumía para vivir y vivía para consumir, no tenía ilusiones. Estaba atrapado y creía que mi destino era morir borracho.

La verdad muchas veces deseaba que me atropellaran en el boulevard. Yo sentía una desolación muy fea; cuando estaba en mis cinco sentidos, no le encontraba ningún sentido a mi vida. Tenía que salir a buscar a esta morra para embriagarme y sentirme feliz.

Pastillas y más amistades

Me enloquecí, ese día no sé qué me dieron pero lo que pasó en ese lugar ni siquiera se lo puedo describir. Todo lo que hicimos me llevó a quererme morir.

Esta vez sí me acordaba de mucho, ya no quería vivir más me sentía muy mal. Sentía que ya no valía nada que había pisado completamente el fondo de mi vida. Yo quería alejarme de ahí, pero ya estaba metido en el vicio. Sólo ellos me daban lo que necesitaba y así seguí.

Dejé la escuela, ya nada más me dedicaba al vicio. Toda la noche de juerga a veces hasta el mediodía del siguiente día, luego a dormir y otra vez en la noche a seguirle.

Buscaron ayuda

Me llevaron a un centro a internarme, pero a los dos días me escapé de ahí. Si quiere ver el infierno en vida, debe ir a un lugar de esos.

Mis jefes cada vez estaban más desesperados por ayudarme. Me veían cada vez más mal. Me llevaron primero con un psicólogo, él dijo que no podía hacer nada y que me llevaran con el psiquiatra.

Ese doctor la neta no sabe nada de la vida. Bueno, como sea me mando cuanta medicina controlada se les ocurra, que para la psicosis, la depresión, hasta para ataques epilépticos.

El doctor experto les dijo a mis jefes que yo solo me tenía que administrar mis medicamentos. Hasta me acuerdo y no sé si reírme o llorar la verdad, porque dos días después de eso me tomé los antidepresivos con una botella de whisky.

Tuve mucha suerte porque mi jefa se dio cuenta como a las dos horas y llamó a la Cruz Roja. Me hicieron un lavado, se escucha hasta irónico pero me salvaron la vida, si es que a eso se le podía llamar vida.

Mejoré y me casé

Según con eso ya había escarmentado. Conocí a una chava y pensé que de ahí era. Tenía 17 años, me casé con ella.

Mi jefa siempre nos decía que cuando nos casáramos podíamos hacer lo que quisiéramos y yo le hice caso.

Tuve una hija con ella pero la verdad todo se fue al “traste”. Su familia se dio cuenta del grave problema que yo tenía con el alcohol y de que me ponía muy violento cuando ella me reclamaba que tomaba.

Un día la golpeé, yo no me acuerdo, sólo recuerdo que desperté en una celda de la Policía Preventiva. Desde ese día me dejó. Cuando hablé con ella y la vi como la dejé, me avergoncé demasiado.

Ella me dijo que también trate de violarla y desde ahí juré que dejaría de tomar.

Ahí mismo conocí a un señor que se convirtió en mi padrino, él me invitó a AA. Eso cambió mi vida por completo.

Retrospectiva

Miraba hacia atrás mi vida y solo veía fracaso: estudios truncos, cárcel, matrimonio roto, orgías, abandono de mi hija, padres no querían seguir viviendo así. Me interné y me tomé en serio mi recuperación.

Me dedique a conocerme con la ayuda de las terapias. Vi en mi un hombre de buenos sentimientos, sé que soy una persona que valgo mientras no consuma. Que en el instante en que me meto algo se me sale un monstruo agresivo, loco, irresponsable, envidioso, negativo, peligroso.

Esta vida mía, que era totalmente ingobernable, ya no se me sale de las manos. Tengo mi mente clara, puedo pensar, quiero y me quiero.
Mi mensaje a los jóvenes es que se mantengan alejados de todas esa sustancias porque si empieza se quedan atrapados.

Nadie se escapa, nadie es la excepción a esta regla. Se puede llevar una vida feliz y creativa sin necesidad del alcohol. No tengo necesidad de emborracharme ni de embalarme para vivir bien.

Adolescente y alcohol

El adolescente, en un intento de satisfacer sus necesidades de afiliación social y emocional, puede acudir a experimentar los efectos de una sustancia que le permita alterar la percepción individual de la situación, más que alterar la situación en sí misma.

En tanto que las emociones están profundamente vinculadas a las percepciones, la utilización de una droga para alterar éstas, puede producir cambios en las respuestas emocionales a la situación percibida.

El individuo cree entonces que la sustancia le ha proporcionado un alivio social o emocional, entendido en términos de integración, cuando en realidad lo que ha hecho es alterar su percepción y así amortiguar el impacto de una situación vital que no controla totalmente, dada su inmadurez.

La conducta de consumo, de este modo queda reforzada y aumenta la probabilidad de ser utilizada tan a menudo como situaciones similares se produzcan, Birmingham y Sheehy, 1984.




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