Doña Coco es una comerciante, orgullosa de sus raíces

ZACATECAS.- Desde los 10 años, doña Socorro Rivera Rivera, de la mano de su abuelita, llegaba a la capital, procedente de Trancoso; para vender nopalitos, queso de tuna, te de limón, semillas de calabaza, miel de abeja y de maguey, para mantener la economía familiar. Es la tercera generación que se dedica a la venta … Leer más

ZACATECAS.- Desde los 10 años, doña Socorro Rivera Rivera, de la mano de su abuelita, llegaba a la capital, procedente de Trancoso; para vender nopalitos, queso de tuna, te de limón, semillas de calabaza, miel de abeja y de maguey, para mantener la economía familiar.

Es la tercera generación que se dedica a la venta de estos productos del campo, que durante años han representado el sustento familiar, y con lo que sacó a sus hijos adelante sin que les faltara nada.

A sus 69 años, doña Coco, sigue trasladándose todos los días desde temprana hora del día, para instalarse en la calle del Tráfico, a un lado del mercado El Laberinto en el Centro Histórico, para vender los nopalitos en diferentes presentaciones: ya sea cocidos, de palito o en cuadritos.

A ella le ayuda su hijo Jesús Noriega Rivera, de 39 años; quien desde los 12, es la cuarta generación dedicada a vender este producto del campo; comienzan con la venta éntrelas 9 y 10 de la mañana y acaban entre las 4 y 5 de la tarde.

La señora Socorro, explicó que cuando es temporada, ella y su hijo cortan los nopales; sin embargo, cuando se acaban, tienen que comprarlos para mantener su clientela y la venta.

“Diario tenemos que venir a Zacatecas a buscarnos la vida”, comentó doña Coco, a la par que cortaba unas pequeñas pencas de nopalitos, que caían uniformemente en la reducida tarima donde exhibe su mercancía.

Ella heredó de sus abuelos y padres la importancia del trabajo, y esa cultura se la traspasó a sus hijos, quienes tomaron su ejemplo para seguir con el negocio familiar, que implica sacrificio diario y los han hecho durante décadas.

Las manos de doña Coco son las de una mujer del campo, que creció humildemente y quien, para hacerse de sus cosas, se las ha tenido que ganar trabajando.

Su mayor satisfacción es que sus clientes regresen contentos después de haber probado los nopalitos que vende, y que cada día corta con todo esmero.

Si por algo se caracterizar doña Socorro Rivera, es por estar siempre orgullosa de sus raíces y comentó que, “los jóvenes de ahora del campo, no quieren saber nada”, en referencia a que en su tiempo se comía lo que había y actualmente las presentes generaciones no se interesan mucho en los productos que ella ofrece.

No obstante, doña Socorro siempre le pinta buena cara a la vida y la venta de nopalitos ha significado para ella, una forma de salir adelante y piensa dedicarse a esta actividad hasta que sus fuerzas se lo permitan.

Imagen Zacatecas – Carlos Montoya