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Tres cincuenta

Por cuestiones circunstanciales tuve que pasar a una papelería cercana a mi trabajo a comprar una cartulina. Pregunté al señor que me atendió cuánto le debía y me contestó “son tres cincuenta”. Me apenó mucho percatarme de que sólo traía un billete de doscientos pesos y no me quedó de otra que intentar pagarle con … Leer más

Redacción Zacatecas
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24 de septiembre 2018

Por cuestiones circunstanciales tuve que pasar a una papelería cercana a mi trabajo a comprar una cartulina. Pregunté al señor que me atendió cuánto le debía y me contestó “son tres cincuenta”. Me apenó mucho percatarme de que sólo traía un billete de doscientos pesos y no me quedó de otra que intentar pagarle con él. Por supuesto que no lo tomó a mal y sólo me dijo “ahí para la otra”.

Honestamente, deberle dinero a alguien es algo que me incomoda mucho. Fui a conseguir cambio y después de unos quince minutos regresé a pagar lo que debía. Aquí el tema a discutir es que el señor se sorprendió de que yo hubiera regresado a pagarle sus tres pesos con cincuenta centavos y no pudo evitar una ligera risa nerviosa como mandando el mensaje de “así lo hubiera dejado”.

Voy al punto: ¿en qué momento cumplir con nuestro deber, ser honesto, pagar nuestras deudas, se convirtió en algo raro e inusual? Es decir, lo más “normal” en nuestros días es la transa, la mentira, el engaño y el tomar ventaja del de a lado. ¿Por qué? No lo entiendo, no lo comparto, y, por supuesto, no lo vivo.

Nos hemos alejado mucho del deber ser. Mucho. A grado tal que todo lo que no debe de ser es, en realidad, nuestro modus vivendi. Me vuelvo a preguntar, ¿en qué momento lo permitimos? Es cosa de todos los días, a cada instante.

Cuando cometemos un error que tiene consecuencias más o menos importantes y nos quedamos callados esperando que se culpe a otro. Cuando le damos “mochada” al agente de tránsito que con justa razón nos detuvo o al funcionario público de quien depende la asignación de determinado recurso. En suma, cada vez que hacemos algo que sabemos que está mal usando el paliativo de “qué tanto es tantito”.

Esto tiene que dar a vuelta pero para que suceda hay que empezar por nosotros mismos, cada uno. Ser honesto y derecho no debería de tener alternativas sino ser la única opción. Cada quien sabe dónde tiene que aplicarse.

Imagen Zacatecas – Juan Carlos Ramos León

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