Medicinas para los ricos 

La compañía AstraZeneca, uno de los mayores y más influyentes fabricantes de medicamentos en el mundo, suspendió todo trabajo destinado a la innovación de nuevos agentes dirigidos al tratamiento de tuberculosis, paludismo y otras enfermedades infecciosas propias de los habitantes de países en desarrollo, para enfocarse al perfeccionamiento de drogas destinadas a la terapia de … Leer más

La compañía AstraZeneca, uno de los mayores y más influyentes fabricantes de medicamentos en el mundo, suspendió todo trabajo destinado a la innovación de nuevos agentes dirigidos al tratamiento de tuberculosis, paludismo y otras enfermedades infecciosas propias de los habitantes de países en desarrollo, para enfocarse al perfeccionamiento de drogas destinadas a la terapia de enfermedades crónicas, como diabetes, cáncer y cardiopatías, todas propias de los países ricos, con habitantes al cuidado de sistemas de salud potencialmente capaces de pagar por nuevos tratamientos, costosos y prolongados. Esta conducta no es nueva: en 2012, Pfizer también suspendió toda investigación para el desarrollo de antibióticos.

Con el mismo ánimo, el director mundial de Bayer, la transnacional alemana, declaró que no estaban dispuestos a fabricar medicamentos para el cáncer destinados al mercado indio, pero sí para los pacientes occidentales que pueden pagar precios altos por ellos. El problema es simple de explicar: presionados por sus accionistas, las farmacéuticas tienen pocos estímulos para desarrollar medicinas que se toman por periodos cortos de tiempo o que afectan a los pobres.

El avance de nuevas drogas no solo afecta a los países en desarrollo. Las sociedades ricas también enfrentan las consecuencias de esta falta de innovación en algunas áreas de la clínica cotidiana: con el aumento de casos de gérmenes resistentes a medicamentos, nos estamos acercando a un preocupante punto de tener que enfrentar infecciones para las que no haya droga eficaz.

Adicionalmente, no solo estamos viendo la falta de disponibilidad de drogas para las necesidades médicas de los habitantes del mundo; también es común que los nuevos tratamientos para enfermedades crónicas tengan precios inalcanzables, incluso para quienes viven en países ricos con sistemas de salud desarrollados, como los Estados Unidos o el Reino Unido, donde los nuevos medicamentos para hepatitis C pueden alcanzar precios de unos 84 mil dólares y hay medicinas de desarrollo reciente destinadas al tratamiento del cáncer, que pueden alcanzar los 100 mil dólares anuales.

La industria farmacéutica responde a las críticas con el argumento de los altos costos financieros que hay que pagar para desarrollar cada medicamento que sale a la venta, estimado en mil millones de dólares. Contra esta verdad vale la pena argumentar el hecho de que la investigación de nuevas drogas está subsidiada por los gobiernos mediante impuestos y por donativos de organizaciones filantrópicas.

Los nuevos medicamentos deben crearse como consecuencia de necesidades actuales de salud y no solo en la posibilidad de obtener beneficios económicos. Claramente, el sistema actual de desarrollo de medicamentos, basado en derechos sobre la propiedad intelectual, patentes y precios altos, está roto. Es indispensable encontrar un nuevo modelo de negocios que permita disponer de nuevos antibióticos y medicamentos para enfermedades crónicas sin la necesidad de pagar cantidades estratosféricas para tratar cada paciente.
 

Imagen Zacatecas – Antonio Sánchez González