Comunidades rurales, entre el miedo y la incredulidad por el coronavirus

Las calles lucen vacías. Fotos: Miguel Alvarado.
Las calles lucen vacías. Fotos: Miguel Alvarado.

Las actividades han disminuido, pero hay quienes no atienden las medidas.

Hay quietud en las calles de las comunidades de Guadalupe. En general las familias se han resguardado en sus casas para evitar los contagios de coronavirus.

Las escuelas están cerradas y la actividad comercial ha disminuido hasta en un 50 por ciento.

Pero también hay quien que todavía no se toma en serio las medidas sanitarias, en particular los hombres, por lo que aún se pueden ver grupitos reunidos en una esquina o afuera de un comercio tomado refrescos y cervezas, como lo pudo constatar Imagen, que realizó un recorrido por las comunidades.

Otros se mantienen en las calles por necesidad, para sacar el sustento del día, pero reconocen que las ventas han bajado. Los campesinos son los que más se han apegado a su rutina de ir a trabajar al campo, donde de por sí están aislados.

Mucha necesidad y poco apoyo

Pese a la contingencia varios comercios siguen abiertos, pero los dueños ofrecen gel antibacterial a sus clientes, incluso en el tianguis de Casa Blanca algunos puestos tienen gel alcoholado.

En Zóquite se aprecia poco tráfico de vehículos y de personas. Sobre la carretera está un puesto de gorditas donde doña Socorro cada día compraba 10 kilos de masa, ahora con la contingencia solamente compra dos y trabaja sobre pedido. Preocupada dice que la venta de su comida es el único ingreso para su familia.

Su hija María Elena la apoya para hacer los guisos y dorar las gorditas. No lo hace por gusto, sino por necesidad. Enfadada reprocha la falta de apoyo a comerciantes por parte del gobierno municipal de Guadalupe.

Sin embargo, la principal molestia de la joven es la falta de cuidado por parte de algunos migrantes de Estados Unidos que regresan a la comunidad y no toman las precauciones necesarias.

“Ayer vimos a una señora que acaba de llegar de Los Ángeles con sus hijos, se pasean por el jardín y no se aislaron como lo dicen las autoridades de salud”, explica María Elena.

En Tacoaleche, el jardín está completamente vacío y la Casa Grande cerrada hasta nuevo aviso.

Parado el centro de la comunidad, Mario, taxista desde hace 8 años, comparte que desde el inicio de la contingencia no ha tenido trabajo y con suerte puede realizar de 1 a 3 viajes por día, no como anteriormente, que hacía más de 10.

En una esquina de la calle principal a lado de una frutería se reúnen tres señoras quienes acaban de comprar el mandado, quienes se dicen a favor de multar a quienes no respeten la cuarentena.

Doña Carmelita vende tamales y atole en un triciclo ambulante, no ha parado actividades a pesar de que su esposo le pidió quedarse en casa, ella tiene que salir para lograr el sustento a su familia.

Aun así, coincide con las vecinas, ya que a lado de su casa, cada fin de semana los jóvenes se reúnen e ingieren bebidas alcohólicas hasta altas horas de la noche.

Las actividades han disminuido, pero hay quienes no atienden las medidas


En la comunidad de El Bordo, el jardín está vacío, casi abandonado.

En una de las esquinas hay una tortillería atendida por la familia Romo, donde las ventas les han disminuido, ya que poca gente sale a comprar tortillas. Lo compensan gracias a que tienen motocicleta y pueden atender los pedidos vía WhatsApp.

En Casa Blanca hay más gente, pero es debido al tianguis, donde los comerciantes aseguran que principalmente les consumen comida enlatada, pasta y detergentes.

Ahí mismo en algunos puestos de fruta ofrecen gel alcoholado a las personas, principalmente mujeres acompañadas de sus hijos.

Aprovechando el bullicio, un grupo de hombres se instala en la banqueta para dialogar con una cerveza en la mano.
En general los guadalupenses han acatado las indicaciones del aislamiento social.

Sin embargo, aún hay quienes no logran dimensionar la problemática epidemiológica que se vive en el mundo.