La última llamada

El sábado será recordado en la historia del futbol mexicano como un verdadero parte aguas, si bien es cierto ya se habían presentado innumerables avisos de lo que podría ser una tragedia de grandes dimensiones, nunca una de la magnitud del problema vivido en el Estadio Jalisco. La llegada del argentino Andrés Fassi al futbol … Leer más

El sábado será recordado en la historia del futbol mexicano como un verdadero parte aguas, si bien es cierto ya se habían presentado innumerables avisos de lo que podría ser una tragedia de grandes dimensiones, nunca una de la magnitud del problema vivido en el Estadio Jalisco.

La llegada del argentino Andrés Fassi al futbol mexicano ha tenido sus claroscuros, a él se le puede imputar muchos de los progresos que se han tenido en materia de fuerzas básicas, salón de la fama y estructura de un club profesional.

Lamentablemente uno de sus aportes ha crecido también de manera desmedida y para su desgracia en un aspecto terriblemente negativo, las barras.

Fassi, al igual que otros directivos quiso inyectarle la pasión que le faltaba al futbol mexicano e importó los modelos de animación de Sudamérica.

Las barras cumplen para el club con dos objetivos, el primero hacer sentir a los jugadores locales que cuentan con un grupo de fanáticos enajenados que estarían dispuestos a todo con tal de ver a su equipo campeón, en la visión Sudamericana esto da al jugador un sentido de pertenecía que genera un rendimiento superior en cada uno de los integrantes del plantel.

El segundo cometido es sembrar miedo al rival y su porra, de tal forma que logren intimidar al contrario y pierda fuerza en el terreno de juego.

Para integrar a estos grupos los primeros líderes, importados de Argentina y Chile reclutaron a jovencitos de entre 12 y 16 años, a quienes lograron manipular y traducir en muchos casos las frustraciones de su vida diaria en respaldo a un equipo de futbol.

Hoy varios años después de esos primeros grupos, el resultado está a la vista, todos los equipos tienen al menos un grupo de este tipo y ni las autoridades de los clubes, la federación o misma policía han logrado contenerlos.

De milagro no hubo uno o varios muertos en el Estadio Jalisco, esta es la última llamada para la Federación para poner orden y regresar al espectáculo a las dimensiones que tenía antes de la irrupción de las barras sudamericanas.

Imagen Zacatecas – José Manuel Barrón




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