José Rafael, un maestro al que la sierra desafía día con día

Enseña a niños tepehuanos, wixárikas, mexicaneros y coras. Fotos: Cortesía.
Enseña a niños tepehuanos, wixárikas, mexicaneros y coras. Fotos: Cortesía.

El docente ha sido testigo de cómo los estudiantes tienen ganas de superarse, pues muchos de ellos a diario recorren caminando entre 5 y 10 kilómetros.

VALPARAÍSO.- Conciliar las diferencias étnicas, ideológicas e impartir clases en donde no hay ni servicios básicos se ha vuelto un desafío que José Rafael Cabral ha desentramado en El Carrizo, una comunidad ubicada en la Sierra Madre Occidental.

Con la pandemia por el coronavirus, llevar la enseñanza a ese rincón de la sierra se ha vuelto más complicado, pero no imposible.

Cabral es profesor de telesecundaria y enseña a niños tepehuanos, wixárikas, mexicaneros y coras.

El docente, en esa tierra alejada y olvidada ha sido testigo de cómo los estudiantes tienen ganas de superarse, pues muchos de ellos a diario recorren caminando entre 5 y 10 kilómetros.

Y, cuando hace frío lo hacen caminando con temperaturas por debajo de los cero grados centígrados.

Los caminos y carreteras que recorren los alumnos están en mal estado, carecen de señal y son poco concurridas, lo que los hace peligrosos.

Sin embargo, la deserción escolar es común, pues la única fuente de sustento de las familias serranas son la agricultura y la ganadería y es obligatorio que los hijos ayuden en los trabajos.

El esfuerzo que realizan los estudiantes lo motiva y lo lleva a trabajar con mayor gusto y disposición, aunque reconoce, “es un trabajo más complicado”.

La barrera del idioma

No todos sus estudiantes hablan español, por lo que constantemente uno de ellos le apoya como traductor y moderador.

Además, los padres de familia de la comunidad tienen muchas diferencias en las reuniones con las familias indígenas.

“Uno siempre está aprendiendo, los contenidos de álgebra, por ejemplo, vienen bastante difíciles y hay que preparase más antes de impartir una clase”, dijo.

Sin embargo, realiza su trabajo con gusto y disposición, pero eso no quita que sea un trabajo más complicado.

Da clases a niños a niños tepehuanos, wixárikas, mexicaneros y coras.

Figura de peso

Rafael consideró que ser docente en la sierra es mucho más de lo que la gente imagina, en su experiencia, es una figura de peso.

“El profesor es quien dice cómo se hacen las cosas, quien explica y quien dice si las cosas van bien o en qué hay que mejorar. Un docente es una figura social significativa pues se inmiscuye en asuntos que no solo son de carácter académico, sino de la misma comunidad”.

El significado de la palabra escuela no solo es aprender, leer o escribir, estar en la sierra, tiene mayores implicaciones sociales que académicas.

Es también un enriquecimiento por el constante aprendizaje, pues “es lo que más se disfruta, aprender de las personas, de la infinidad de formas de ver la vida y ver cómo viven; así mismo, formar parte de una comunidad”, dijo.

Otra situación que comparte y lo llena de satisfacción es descansar junto a sus compañeros, disfrutar la música, pláticas a veces sin sentido y ver a los adolescentes superándose.

El coronavirus, un reto para la educación a distancia

Cuando llegó la pandemia del coronavirus las responsabilidades de Rafael aumentaron, además fue quien informó a los pobladores de El Carrizo de la situación.

“Debí comunicar qué era lo que estaba pasando, hacerle saber a la comunidad escolar que se paralizarían las actividades escolares y explicar la nueva forma de trabajar”, narró.

Manifestó que para poder trabajar en la sierra hay que explotar la creatividad e improvisar con las herramientas que se encuentren tanto fuera del salón como de las escuelas.

Para que el proceso de enseñanza-aprendizaje no se viera interrumpido, recogió cuadernillos de apoyo en la región de Valparaíso, para luego entregárselos a sus alumnos y que así pudieran trabajaran en casa.

Tuvo que fortalecer su responsabilidad y compromiso docente, ya que “tenía que ir primero a recogerlos y de ahí había que llevarlos a la sierra, se citaba a los muchachos y no todos iban; aun así, les daba una fecha para regresarlos y brindarles una retroalimentación”, explicó.

Sin embargo, de todos sus alumnos solo pudo mantener comunicación con dos y cada tercer día, ya que el resto de ellos carece de internet o de alguna forma de comunicación.

Aunque esos cuadernillos no marcaron tanto el aprendizaje durante el ciclo, si visibilizó más las diferencias y complicaciones que viven estos sectores de la población.

“Existieron muchos retos, desde la comunicación, cómo hacer una retroalimentación, cómo evaluar el trabajo de los muchachos”, compartió.

Y es que, Consideró que, toda la estrategia del estudio a distancia es pensada 80% para los estudiantes y maestros de las cabeceras municipales y ciudades o a poblados que al menos tienen teléfono en casa, televisión o por lo menos un teléfono celular.

Sin embargo, “no están pensadas para muchas instituciones y poblados a los que les falta el internet”.

Por ello, es necesario, expuso, “apoyarse del conocimiento del contexto de los mismos estudiantes”, dijo,  aunque reconoció que el Internet y las estrategias que presentan en la televisión, quedan de lado.

Ante la crisis sanitaria sigue aprendiendo a no dejar a sus alumnos ni a quejarse; a intentar hacer las cosas mejor que ayer y esperar el apoyo de las autoridades educativas.

Tareas pendientes

Expuso que en las conferencias que les imparten  hablan del G Suite, Classroom y aplicaciones que necesitan la web, pero al final se pregunta “¿qué hacer con los que no tienen internet?”.

La respuesta a esta duda es “maestros ahí es donde hay que utilizar nuestra creatividad y originalidad”.

El profesor enfatizó que al sistema educativo de México aún le falta mucho qué invertir para las comunidades lejanas, sobre todo tiempo y dinero.

En la sierra “hay mucho talento, académico, deportivo, artísticos y muchos se pierden en el camino por la falta de apoyo o seguimiento”, dijo.

Por ejemplo, habló de un transporte para aquellos que sí quieren estudiar, puesto que a veces llegar a la escuela es un reto por los kilómetros y las temperaturas de -0°C al caminar.

Aunque haya computadoras o proyectores en la escuela, no se pueden utilizar pues no siempre hay energía eléctrica. “A veces, no lo consideramos ni en nuestro plan B en la planificación”.