El Panteón de Herrera se llenó de visitantes de diversos puntos de Zacatecas que llegaron para estar con sus difuntos, arreglar sus tumbas y recordarlos con flores, ofrendas y música. La calle Julio Ruelas se llenó del colorido de las flores, el olor de las comidas e inciensos del tradicional tianguis del Día de Muertos. … Leer más
El Panteón de Herrera se llenó de visitantes de diversos puntos de Zacatecas que llegaron para estar con sus difuntos, arreglar sus tumbas y recordarlos con flores, ofrendas y música.
La calle Julio Ruelas se llenó del colorido de las flores, el olor de las comidas e inciensos del tradicional tianguis del Día de Muertos.
Las personas aprovecharon para comparar en los puestos los artículos para sus ofrendas y adornar las tumbas de sus seres queridos.
Aprovecharon las ofertas de los floreros a pie de calle, que ofrecían ramos de flor de cempasúchil desde 10 pesos, hasta coronas más elaboradas de 500 pesos.
Azadones, talaches, palas y tinas también formaban parte de la indumentaria de las familias, que iban a darle “una manita de gato” a los recintos donde descansan los suyos.
La entrada y los pasillos del “panteón de los pobres” era un vaivén de personas con rostros que contrastaban, algunos felices por el recuerdo y otros más con nostalgia y tristeza por saber que ya no están más aquí.
En cada tumba donde se congregaban las familias, había diferentes historias sobre cómo se ha mantenido una tradición que ha sobrevivido al paso del tiempo.
Las hermanas Loera Pinedo iniciaron su jornada desde las 9 de la mañana en el panteón Jardines del Tiempo, donde descansan su madre y su padre.
Después fueron al panteón de Herrera para visitar y darle mantenimiento a la tumba de sus hermanos, Humberto y Juan Manuel, a quienes recuerdan con especial cariño.
Después de deshierbar y darle una mano de pintura al barandal, fueron a la tumba de sus abuelos, que descansan en el mismo camposanto.
Comentaron que cada año esa es su rutina para tener el recuerdo de sus seres queridos vivo y transmitir ese cariño a las próximas generaciones de la familia.
Los nietos de la señora Sara de Luna Sosa montaron un altar y una ofrenda en su tumba, la cual decoraron con flores y papel picado.
Además colocaron su comida favorita como chicharrón, tamales, buñuelos y dulces tradicionales de la época, para después compartir los alimentos.
La música también formó parte de las festividades, Los Navegantes de Zacatecas y Los Duendes del Norte, fueron algunas de las agrupaciones que ofrecieron sus servicios.
Temas como La Cruz de Madera, Puño de Tierra, Amor Eterno y Tres Coronas, sonaron a pie de las lapidas, donde con lágrimas los vivos recordaron a sus muertos.
Hubo quienes llevaron su propia música, como las familias Rosales García y Rosales Rubio que recordaron a la abuelita María Marcos, con danzones en una pequeña bocina.
Sus nietos recordaron lo amorosa que era con ellos, razón por la cual siempre la estimaron, aún más allá de su muerte.
Otras familias se reservaron poco más, en especial aquellas que perdieron a un ser querido de una forma violenta, decidieron se comprendiera su dolor.
Así, una vez más los zacatecanos volvieron a recordar a los que ya no están, pues la única forma de morir es el olvido.
Imagen Zacatecas – Alejandro Castañeda