Duelen los malos pasos de un hijo

En una ciudad de Estados Unidos viven don Jesús, su esposa y sus tres hijos. Ellos son oriundos de Zacatecas, pero saben que a esta tierra nunca regresarán por el secuestro y casi asesinato del padre. Don Jesús era muy conocido en su comunidad por ser un hombre trabajador y sin vicios dedicado únicamente al … Leer más

En una ciudad de Estados Unidos viven don Jesús, su esposa y sus tres hijos. Ellos son oriundos de Zacatecas, pero saben que a esta tierra nunca regresarán por el secuestro y casi asesinato del padre.

Don Jesús era muy conocido en su comunidad por ser un hombre trabajador y sin vicios dedicado únicamente al bienestar de su familia.

Desde muy pequeños involucró a sus hijos en las labores del campo y cómo pudo se hizo de un taxi.

Siempre dijo que lo haría para que sus hijos no tuvieran que depender de otros y que lo que había en la casa había que cuidarlo.

Don Jesús tuvo tres hijos, al mayor y al menor les gustó trabajar la tierra, pero al hermano de en medio le llamó más la atención trabajar en el taxi, donde conoció novia, amigos y con el tiempo descubrirían por la mala que optó por cometer acciones ilícitas a bordo de su taxi.

Don Jesús y su esposa se fueron a Estados Unidos en el 2013, iban de vacaciones y duraron algunos meses por allá. A su regreso, la familia les ofreció una fiesta, por la noche estaban en el convivio cuando el suegro de don Jesús se enfermó, asustados llamaron a un médico y este los envío por medicina.

De inmediato don Jesús se dirigió a la farmacia más cercana ubicada en la cabecera municipal, apenas descendía del coche cuando sujetos armados lo golpearon y se lo llevaron con el carro, no sin antes ponerle algo en la cara para que no supiera quiénes fueron sus victimarios, ni a dónde lo llevaron.

Fue una noche de interminables torturas para él, de golpes y vejaciones que prefiere no recordar, pero que dice fueron su infierno en vida.

Cerca de la madrugada, los captores hablaron con la familia y les pidieron dinero por su rescate.

Los hijos y la esposa se comunicaron con su familia de Estados Unidos y como pudieron recaudaron una cifra onerosa, aunque bastante menor a lo que les habían pedido.

Los secuestradores aceptaron el dinero y a las 5 de la mañana del siguiente día dejaron el taxi abandonado en una terracería cercana.

Un cuñado de don Jesús y sus hijos fueron al lugar y vieron el vehículo completamente vandalizado, la carrocería tenía graves daños, sabían que era su auto por la marca y el modelo, pero no por la pintura, pues parecía que habían tratado de fondearlo.

Al acercarse vieron que los asientos estaban desgarrados y en el interior no había nadie, pero un quejido casi imperceptible en la cajuela del coche les hizo descubrir que ahí estaba don Jesús, inconsciente, golpeado y torturado.

Se lo llevaron y por temor la familia se escondió en la casa de un pariente, ni bien se recuperó don Jesús y todos alistaron maletas para irse a Estados Unidos.

En una comunidad del municipio colindante con la sierra se quedó el rancho, los animales y la casita que tantos años le tomó construir. Del taxi, ni hablar, prefirieron abandonarlo.

El cuñado de don Jesús se hizo cargo de dar de comer a los animales y dar mantenimiento al ranchito, pero la presencia de gente desconocida le hizo tener miedo y la familia optó por vender todo lo que se pudiera.

Don Jesús nunca supo por qué fue blanco de una agresión de ese tipo. Sin embargo, con el tiempo escucharon rumores de que a su hijo se le hizo fácil transportar mercancía para un grupo delictivo y cuando los enemigos de estos se dieron cuenta, quisieron vengarse.

Imagen Zacatecas – Lilith Rivera