“Dios deja las peores batallas a sus mejores soldados”

Yolanda Escareño, una zacatecana luchadora y valiente. Foto: Cortesía.
Yolanda Escareño, una zacatecana luchadora y valiente. Foto: Cortesía.

Yolanda Escareño, viajará a Canadá a atrabajar y poder sacar adelante a sus hijos.

A unos cuantos días de viajar por segunda vez a Canadá para trabajan en una granja de pinos de manera legal, Yolanda Escareño no oculta su emoción, pues esta experiencia le devolvió las ganas de vivir y sacar adelante a sus hijos luego de que hace casi tres años falleciera su esposo.

Cuando murió él tan sólo tenía 32 años y ella 31. Con expresión seria dice que tuvo que pensar “con la cabeza fría y el corazón duro” para para darle la noticia a sus hijos.

La experiencia la dejó sumida en la depresión, acostumbrada a trabajar en el capo desde los 16 años, sentía que la habían atado a un poste y no quería ni tenía ganas de moverse.

Fue en una tarde lluviosa, como dice la canción, que me llega un mensaje del ingeniero Fidel del Servicio Nacional del Empleo y me preguntaba si todavía me interesaba ir a Canadá. Lloré de la emoción, pues mi sueño se me hizo realidad”, recuerda.

Un proceso lento

Yolanda cuenta que sólo terminó la secundaria, pues sus padres no tuvieron dinero para que siguiera estudiando.
Así que empezó a trabajar en un rancho cercano cuando era apenas una adolescente.

En ese tiempo comenzaron a construir invernaderos y ella aprendió a instalar tubos, poner techos y a poner tapiz. Luego a poner plantas y finalmente a levantar cosechas.

Ya de casada, su esposo y ella se dedicaron al comercio de frutas, como muchas de las personas de la comunidad a la que pertenece y fue así como instalaron un puesto en el puente de la Plaza Bicentenario.

Al ver a uno de sus clientes le dijo que ella lo conocía, que lo había visto en la televisión en una entrevista y resultó que era Gerardo Paniagua, jefe del departamento de Movilidad Laboral del Servicio Nacional del Empleo.

Él le contó del programa para enviar jornaleros agrícolas a Canadá y ella de inmediato se interesó, así que acudió a presentar los exámenes los cuales pasó en la primera oportunidad con 8 de calificación.

Recuerda que su esposo la tiraba a loca, pero nunca la desanimó, por lo que ella, “insistía e insistía” en el SNE, pero nada.
Luego ocurrió la muerte de su marido y todo se le vino encima.

Al año de haber enviudar recibió el mensaje en el que le informaban de la posibilidad de viajar a Canadá y de inmediato comenzó a hacer los trámites.

Un milagro de la virgen de San Juan

Yolanda comparte que es muy católica y le pidió mucho a la Virgen de San Juan que le hiciera el milagro de ir a Canadá y cuando por fin se lo concedió, entendió que Dios nunca la dejó sola.

Dios deja las peores batallas a sus mejores soldados”, pensaba mientras se preparaba para abordar el avión para ir a Canadá.

Ya arriba, recuerda que iban otras jornaleras de Michoacán. Algunas también viajaban por primera vez y cuando despegó el avión una de ellas “echó la viga bien recio del puro susto”.

Entre carcajada y carcajada, Yolanda reflexiona y dice: “sí fue mucho el sacrificio”, pero asegura que valió la pena.

De palabra en palabra aprendió francés

Primero llegaron a Montreal, pero ahí tuvieron que transbordar a Quebec, su destino final, donde ya las esperaba su patrona Sophie, a quien describe como una “lindura de persona”.

Las trasladaron a una granja casi del tamaño de la comunidad en la que creció en Zacatecas, en la que se dedican a producir pino para reforestación, algunos árboles de otras variedades y ajo.

Cuenta que la granja tiene una fábrica, que es donde se quedaron todas las mexicanas que fueron empleadas y solo a ella la mandaron a trabajar al campo, lo que en inicio lamentó por la nieve, pero que ahora agradece, pues ahí tuvo que convivir con puras empleadas canadienses que solo hablan francés y fue así como aprendió el idioma.

Recuerda que había ciertas palabras que escuchaba constantemente y como su patrona y su esposo sí hablan español, les pregunta el significado y con el tiempo comenzó a hablar y a entender.

“Le preguntaba a mi patrón: que es Bonjour y él me decía: buenos días. Qué es à manger, es: a comer, y así empecé, palabra por palabra.

Otras palabras que escuchaba frecuentemente eran la qualité- calidad, marché-mercado y travailler-trabajo.

Incluso al platicar sobre sus actividades y las áreas de la granja, solo se refiere a ellas en francés, pues así es como aprendió a identificarlas.

Sacara adelante a sus tres hijos su principal motivación. Foto: Cortesía.

Mexicanas travailler

Si bien en Canadá las jornadas de trabajo son de ocho horas, cinco días a la semana, Yolanda explica que las mexicanas “a lo que van”, pues como les pagan por hora entre más trabajen más ganan, así que sus jornadas son de 12 horas diarias, todos los días de la semana, si así lo quieren.

Incluso dice que sus patrones les pedían descansar los domingos y ellas simplemente les decían que no: “mexicanas travailler”.
Por eso reconoce, algunos canadienses no las quieren, pues consideran que los mexicanos les quitan los empleos.

En cuanto a sus actividades, explica que su trabajo era vigilar la calidad de los pinos, lo cual está reservado solo a las mujeres y aunque en inicio es cansado, pues a ratos anda agachada para checar las raíces, todo es cuestión de agarrarle el hilo y lo demás viene solo.

El ladrido de los perros

Yolanda es extrovertida y desenvuelta para expresarse, plática con humor y no deja de sonreír, pero asegura que a pesar de lo emocionante de su experiencia, había momentos en que se quebraba.

“Es increíble que a veces en la noche quisieras escuchar siquiera el ladrido de los perros”, recuerda, pero en cambio a veces lo que escuchaba era el aullido de los lobos, pues la granja esta rodeada de bosques de pinos “grandísimos” y nieve.

Además, explica que debido a que la casa la comparten 12 mujeres, cuatro por recamara, se debe tener mucha paciencia para sobrellevar la manera de ser y el carácter de las otras.

Según cuenta, su patrona Sophie es muy buena persona. Trata de apoyarlas con la mayor cantidad de horas extras posibles e incluso a veces ella y su esposo les asignan como tarea fertilizar ciertas áreas que cubren en una hora, pero les pagan como si hubieran trabajando las 12 horas.

Dice que las casas en las que viven son nuevas y les proporcionan todos los servicios, incluso las apoyan con artículos de higiene personal, para ahorrarles la mayor cantidad de gastos posibles, pues saben que si algo tienen los mexicanos, es que envía cada dólar que ganan a sus familias.

Sobre sus compañeras canadienses, Yolanda también se expresa bien. Explica que la mayoría son mujeres de más de 60 años pero con una fortaleza y una vitalidad que la dejan sorprendida, “y lo que sea de cada quien, sí son muy trabajadoras”.

Asegura que su patrona quedó tan complacida con el trabajo que han hecho las mexicanas que primero se llevó a dos, luego a cuatro, seis, 28, hasta llegar este año a 68 mexicanas, pero solo ella es de Zacatecas.

Yo sí pienso echarle muchas ganas, porque allá lo único que cuenta es el trabajo que haces con tus manos y si hacemos bien las cosas nos van a seguir contratando”, comparte.

Trabajar en Canadá le ha permitido sacar adelante a su familia. Foto: Cortesía.